Los sueños son un decir de contrastes incalculables. Se sueña dormido, pero también despierto. Los sueños dicen lo posible y lo imposible, con base en realidades del pasado, o del presente amorfo, con la distorsión laboriosa del inconsciente. Ese mundo onírico conecta con la sensualidad, y hasta con la superstición. Freud se ocupó del tema con el intento de interpretarlos y sostuvo la tesis de ser ellos realizaciones de los deseos. Calderón de la Barca tuvo claridad al referirse a los sueños del rey, es decir, del gobernante, por los engaños de mandar y disponer. Y va más allá al referirse a la vida como frenesí, ilusión, sombra, ficción; “toda la vida es sueño, y los sueños, sueños son.” Sueños de porfía, y de recursos para el delirio de la vida.
De recordar a Antonio Machado, en Proverbios y Cantares: “Ayer soñé que veía/ a Dios y que Dios hablaba;/ y soñé que Dios me oía…/ Después soñé que soñaba.” Y al despertar, seguro Machado sintió la sorpresa de recordar el sueño, con semblante de asombro.
A lo perverso, de alegoría, contra la demencia totalitaria, se refiere Ismaíl Kadaré en su novela “El palacio de los sueños”, y se aproxima al infierno de Dante, para cumplir ese viejo sueño de interpretar realidades sobrecogedoras, con apoyo en creaciones de la historia, en los egipcios, en Homero, en San Agustín.
Borges no deja de sorprendernos con sus incursiones en la historia, con recreación y ficción, en el pensamiento de puntales filosóficos, en la poesía de estremecedora precisión en las palabras, y aparecen volúmenes con sus conferencias en una y otra parte, todo a partir de la sabiduría y la lealtad con el libre discernimiento. Hay un volumen suyo, “Libro de los sueños”, con acopio de sueños provenientes de culturas y autores de celebridad en los tiempos, incluido el mismo Borges. Aparecen Homero, Lucrecio, Platón, Nietzsche, Queiroz, Carroll, Kafka, Coleridge, Wilder, Papini, Bartius, Hsue-King, Arreola, Ungaretti, Baudelaire, De Vigny, Groussac, Yeats, Eliade,…. 
Borges evoca de niño haber maltratado a otro en la escuela. Y ocurre que desde la ventana aprecia que viene a su casa un tipo de bastón, que finalmente accede a ella y se tiende exhausto en la cama. Pronto se quita el sobretodo e introduce su mano derecha en bolsillo del saco. Borges aprecia que trae un revólver. Intercambian palabras, y el  tipo envejecido -que fue el maltratado de niño- le dice que viene a matarlo, pero Borges advierte que no podrá hacerlo, a lo cual replica aquel con el interrogante de por qué. De manera sentenciosa, Borges le responde, pues sencillamente porque me despierto. 
En el sueño de Chuang Tzu recuerda que este soñó ser una mariposa, sin darse cuenta que al despertar pudiera encontrarse que era una mariposa que soñaba ser un hombre. De Vigny alude a lo estimado de solo reconocer en la edad madura una vida bien realizada, sueño que se tuvo en la adolescencia.
De Coleridge trae esta curiosidad. Se pregunta qué le pasaría a esa persona que soñó haber recorrido el paraíso y al salir le dan una flor, y cuando despierta observa que tiene esa flor en la mano, y se pregunta, ¿entonces, qué?
De Walter Benjamin se publicó libro (2011) con recopilación de sus sueños e interpretaciones teóricas sobre ellos. Son evocaciones muy elaboradas. Sueña por ejemplo visita a la casa de Goethe y los anfitriones le piden escribir en el libro de visitantes, y descubre en él su nombre, en letras grandes y torpes, de cuando era niño. 
De mi parte recuerdo haber soñado de pequeño, con extrema frecuencia, que unas grandes esferas de material traslúcido y evanescente rodaban sin pausa, una tras de otra, sin término, por una fuerte pendiente en la calle empedrada donde quedaba nuestra vivienda de bahareque, por la vertiente sur de Manizales, identificada como la “casa azul”, en el barrio “hoyo frío”. Esas esferas misteriosas seguían y seguían cuesta abajo, todas ellas de la misma configuración sin percibirse algo en su interior. Y ocurre que al despertar yo me sentía estar en una de ellas, girando y rodando. De ahí quizá la propensión que padezco a las imágenes de alucinación en lo poético, lo iluso de lo imaginario, y a la indefensión, compañías en la vida.