La discusión sobre la calidad de la educación en Colombia, lamentablemente, sigue centrada en los resultados de las pruebas externas estandarizadas, ya sean nacionales, como las pruebas Saber, o internacionales, como las pruebas PISA.
Sin embargo, creo que este análisis es insuficiente, pues la calidad educativa es un concepto mucho más amplio y complejo.
La verdadera calidad no se limita a los resultados de los exámenes; está profundamente ligada a los desempeños multidimensionales del ser humano más allá del aula, en la vida misma. La sociedad no demanda excelentes resultados en los exámenes ni mucho menos garantiza el éxito de quienes los han alcanzado en la escuela.
La sociedad necesita talentos en el deporte, el arte, la cultura, así como en los ámbitos axiológico y actitudinal. Estas dimensiones, que también son atributos superlativos de calidad, no son evaluadas en las pruebas estandarizadas, de suerte que usar estas pruebas como único referente para medir la calidad del sistema educativo resulta bastante impreciso.
Ahora bien, no se trata de desconocer el valor de las pruebas estandarizadas. Sus resultados son parte de un conjunto más amplio de indicadores que, de manera integral, permiten dar cuenta de la calidad de la educación del país.
Por eso, resulta preocupante ver cómo, de forma reiterada, la gran prensa nacional, los empresarios y la dirigencia política asocian sin matices los resultados de las pruebas Saber y PISA con la calidad de la educación en nuestro país. Un ejemplo reciente lo encontramos en la edición del pasado 6 de abril en el periódico El Tiempo, en la cual se publicó un artículo respaldado por Paola Caro, líder de datos de Empresarios por la Educación. Allí se afirma: “Los resultados por niveles de aprendizaje se han mantenido así por los últimos 24 años, es decir, en todos estos años, no hemos logrado reducir las diferencias educativas”.
Esta fue la conclusión principal del análisis presentado sobre los últimos resultados de desempeño de los estudiantes colombianos en las pruebas PISA.
Popularmente se cree que Albert Einstein dijo: “Una locura es hacer la misma cosa una y otra vez esperando obtener resultados diferentes. Si buscas resultados distintos, no hagas siempre lo mismo”. Esta afirmación atribuida al físico alemán, ícono de la ciencia mundial, aplica perfectamente a la situación actual.
La estructura de los planes de estudio de la educación básica y media en Colombia tiene más de un siglo de antigüedad.
Las reformas estructurales que se han hecho al sistema educativo, como la Ley 115 de 1994 y la Ley 715 de 2001, se han enfocado casi exclusivamente en asuntos administrativos, organizacionales, financieros y de escalafón docente.
En lo curricular y pedagógico, por desgracia, los avances han sido tímidos, a través de programas que, a juzgar por los resultados, son fallidos.
Ante esta situación, es sensato concluir que nuestras acciones en el ámbito educativo no están funcionando, pues los resultados no son los esperados.
Es urgente que el país emprenda una reflexión seria sobre los aprendizajes que de forma interactiva, integral y significativa debe garantizar la escuela. Solo así sería razonable esperar resultados diferentes. De lo contrario, no estaríamos más que institucionalizando aquella locura “sentenciada” por el físico alemán.