El 3 de mayo se conmemoró el aniversario 30 del Día de la Libertad de Prensa, proclamado en 1993 por la Asamblea General de las Naciones Unidas, siguiendo la recomendación de la Conferencia General de la UNESCO. La fecha fue elegida para conmemorar la Declaración de Windhoek que fomentaba la prensa africana independiente y pluralista, y que se había adoptado en Namibia en esa misma fecha, dos años atrás. 
Este día busca reafirmar la importancia de la prensa libre e independiente y de los derechos de los periodistas en todo el mundo. También tiene como fin llamar la atención sobre los desafíos que enfrentan los medios de comunicación por factores globales: crisis, guerras, desigualdades, migraciones, etc.
Desde mi perspectiva, y sin duda alguna, uno de los más álgidos es el flagelo de la desinformación y la sostenibilidad económica de los medios, en un mundo donde cada vez hay múltiples opciones de información para las audiencias. Sin dejar de lado, por supuesto, las variadas formas de ataques a la prensa y la coartada a la libertad de expresión por factores políticos, o peor aún, por dictaduras. 
Desafortunadamente en Colombia conmemoramos esta fecha con un panorama sombrío: un deshonroso segundo lugar en América Latina con más periodistas asesinados, y el puesto 145 entre 180 a nivel mundial donde es más difícil ejercer este oficio, según Reporteros Sin Fronteras. (https://rsf.org/es/pais/colombia) 
Conscientes de esta problemática, del silencio del estado y de la creciente falta de confianza en los medios por parte de los usuarios; nació en Colombia el Proyecto Antonio Nariño, una alianza de: Fundación para la Libertad de Prensa (FLIP), Asociación Colombiana de Medios de Información (AMI), Fundación Gabo, Fundación Friedrich Ebert (Fescol) en Colombia y Consejo de Redacción (CdR). Desde donde asumieron cuatro compromisos encaminados a la transparencia periodística, identificando y produciendo guías de buenas prácticas con miras a la  autorregulación en el país, determinando necesidades y acciones para reforzar la confianza de las audiencias y adelantando casos de estudio que se conviertan en referentes útiles. Todos estos esfuerzos son valiosos ya que fomentan los valores del periodismo: profundidad, relevancia, calidad, integridad, ética, rigurosidad y veracidad.
Pero este tema no atañe solo a los periodistas, la libertad de prensa tiene que ver con el derecho a la libertad de expresión consagrado en el artículo 19 de la Declaración Universal de Derechos Humanos: “Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y de expresión; este derecho incluye el de no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión”.
Por todo lo anterior, velar por la libertad de prensa, defender a los medios vulnerados en su independencia y tener sentido crítico para evaluar la situación en el país; es un asunto de todos y es democracia pura. Además es un llamado a reafirmar la libertad de expresión como una condición obligada para el disfrute de los demás derechos humanos. 
Hoy también, rindo un homenaje a Orlando Sierra Hernández quien dio su vida cumpliendo de la mejor manera su oficio de periodista.