Como diría Ana Mesa, ex columnista de este medio, “Permiso me desahogo”. Desde hace mucho quería escribir acerca de las incomodidades que me genera Whatsapp, una de las aplicaciones de mensajería instantánea más usadas en Colombia. 
Según Similarweb, está en la posición 5 después de Google, Youtube, Facebook e Instagram en su orden. En el ranking global ocupa la posición 21, está disponible en más de 180 países, en 60 idiomas y cuenta con más de 2000 millones de usuarios en el mundo. 
Su historia se remonta al 2009, cuando un par de exempleados de Yahoo,  Jan Koum y Brian Acton, identificaron la necesidad de crear una aplicación que permitiera a las personas comunicarse entre sí sin tener que pagar por mensajes de texto (SMS - Short Messages Service), servicio bastante usado en Estados Unidos. Su primera versión fue solo para iOS, luego en el 2010 se extendió a Android. Eran versiones de pago, yo alcancé a pagar un dólar para tenerla. En el 2014 fue comprada por Facebook (ahora Meta) aumentando notablemente sus funcionalidades y creciendo a lo que es hoy.
Sin embargo cabe mencionar que no fue la primera, en 1996 ICQ permitió enviar mensajes vía web, era una dicha poder ‘hablar’ con personas de otros países, sin tener que pagar las exorbitantes tarifas por minuto de telefonía internacional. Otros de los predecesores más populares fueron MSN Messenger - Con su sonido típico-, o la mensajería cerrada de Blackberry - ‘Dame tu pin’-. Hubo más: Viber, WeChat, entre otras. Hoy Telegram es bastante usada también.
Tengo que reconocer que soy fan de la comunicación asincrónica y de Whatsapp, esto de poder atender y/o enviar mensajes cuando uno está disponible, me parece totalmente funcional, pero por otra parte también me agobia, y los motivos son muchos. 
Lo primero es que a pesar de que muchos asuntos laborales los atiendo por este canal (como todos), Whatsapp según mis estadísticas de tiempo en pantalla del móvil, me consume 3 horas y 20 minutos en promedio por día (de un total de uso de 5 horas y media), con 965 notificaciones en promedio, los fines de semana esto se baja a menos de la mitad. 
Casi 1000 notificaciones por día es una locura, pertenezco a varias decenas de grupos, entre laborales y personales, los cuales en su mayoría me resultan útiles y los disfruto. Pero los dolores empiezan, cuándo por ejemplo en un grupo para fines netamente profesionales les da por felicitar por un cumpleaños, contribuyendo en desbandada a innumerables mensajes, que no tienen cabida en ese espacio, seguramente sí en los grupos familiares o de amigos, hágalo por interno, pero allí no, además que contribuye a que en esa secuencia, se pierda información importante que haya entrado. Recuerdo una líder de un equipo de más de 100 personas que empezaba cada día mandando bendiciones, y otros 30 le contestaban en coro. O qué tal estas otras incomodidades: los mensajes de desconocidos a cualquier hora e incluyendo días de descanso, y peor aún en audios, los audios para decir ‘Hola, ¿cómo estás?’ o cualquier par de palabras. 
Cada cosa en su lugar, de ahí que sea absolutamente relevante poner reglas a las comunidades, y aprender a configurar los diferentes espacios; ahora Whatsapp tiene además de los grupos y las listas de difusión, comunidades y canales. 
Como me dijo una amiga, debería existir una ‘Urbanidad de Carreño’ para Whatsapp, porque creo que todos, y voy de primera en la fila, hemos aportado a las imprudencias.  Ojalá contribuyamos a comunicaciones más conscientes, efectivas y menos agobiantes.