Hace pocos días Twitter me recordó mi aniversario 14 en esta red de microblogging, coincidiendo con el lanzamiento de su versión en español. Esta red social, fue co-fundada y desarrollada por Jack Dorsey en el 2006, y hoy según el reporte global de We Are Social de enero del 2023, alcanza algo más de 550 millones de usuarios en todo el mundo.
Tengo que reconocer que Twitter es una de las redes sociales que más disfruto, seguramente en parte, por mi interés por el periodismo. Pero más allá de eso, me parece maravilloso conocer a la gente a partir de sus opiniones, y eso es Twitter. Un espacio de conversación, de actualización y de interacción que originalmente solo permitía trinos de 140 caracteres. 
En lo personal, y fiel con su principio, me gustaba más porque obligaba a sintetizar la información y retaba a tener capacidad de abstracción. Ahora los trinos son de 280 caracteres y no hay que pensar tanto. Pero obviamente este no ha sido el único cambio, tal vez sí uno de los más representativos. Otros de impacto fueron en el 2015 Periscope, que permitía las transmisiones en vivo, los ‘Spaces’ desde 2021, espacios de conversación en audio, con moderadores a bordo, idea traída de Club House. 
Sin embargo desde que el magnate Elon Musk, compró Twitter por 44.000 millones de dólares en octubre del 2022, los cambios no han parado: Empezando por los despidos de los altos ejecutivos, los cobros mensuales por la verificación de cuentas, las modificaciones en las condiciones laborales, las suspensiones de perfiles de medios y periodistas que hablan de él, su supuesto interés por la ‘transparencia’ y la libertad de expresión, los límites en la cantidad de tuits que pueden ser vistos por cuentas no verificadas, entre otras.
Pero sin duda el cambio mayor y el más triste, fue el de esta semana, el cambio de marca, ¿Cómo es que Musk no tiene en cuenta el valor de una marca tan representativa y simplemente la cambia a X?. Su valor se estima en 4.000 millones de dólares, según la consultora de valoración de marcas Brand Finance. Otros lo calculan hasta en 20.000 millones de dólares.
Una cosa es un rejuvenecimiento (el famoso lifting de marca), pero otra es echar a la basura, no solo su representación gráfica, sino su nombre. Quizás al multimillonario esto no le importa, hará inversiones para su relanzamiento y posicionamiento, si es que las demandas lo dejan prosperar, ya que tanto Meta como Microsoft tienen marcas registradas con la X.
Siento nostalgia al dejar de ver el pájaro azul, que representaba perfectamente la esencia de la red, las ráfagas de información en trinos de pájaros o tuits (Tweet en inglés), palabra ya apropiada por la Real Academia Española, que hasta en verbo se convirtió. Yo tuiteo, tu tuiteas, él tuitea, nosotros tuiteamos, ellos tuitean. Ya no sé si hablar en presente o en pasado, tengo tusa tuitera.
Todo esto debe servir para recordarnos que las redes sociales no pueden ser nunca el centro de la estrategia de una empresa, ya que no nos pertenecen, en este caso el dueño del balón es el señor Musk, quien seguirá haciendo los cambios que quiera a su juguete nuevo, sin importar las audiencias o los anunciantes. No quiero sonar a que todo tiempo pasado fue mejor, pero Twitter difícilmente volverá a su esencia.