El fútbol, el estallido victorioso y el premio mayor. Esta película ya la vi... y la viví.
El primer paso en la Suramericana, con fiesta pirotécnica. Con el corazón en la mano, peleando cada metro, cada balón, con pasión y vigor, con aplicación defensiva al límite, hasta desquiciar al rival.
Millonarios terminó sin ideas, arrinconado en su impotencia, desesperado, entrando al choque y no al juego, víctima de sus lentas maniobras defensivas, pagando caro sus errores, los que lo condujeron a la eliminación.
Ni siquiera Falcao, una fórmula angustiosa, de último momento, cuando el partido, que no era para él, estaba liquidado y el Once preservaba con defensa feroz su resultado.
Tan anárquico estaba el visitante, que Dayro por poco, hace el segundo gol.
El blanco, aplicado, concentrado, sin complejos de inferioridad, convencido, sin brillos excesivos, pero efectivo.
Aceleró en el momento adecuado y enfrió el ritmo, cuando era dominador. No se desesperó cuando el fútbol, por disociado, no fluía.
El partido lo ganó el entrenador Herrera desde el pizarrón, cuando Millonarios apretaba, triangulaba, crecía en la circulación del balón, se enriquecía con toques, pero no lastimaba. Movió sus fichas y activó la ofensiva, lo que necesitaba para ganar.
El visitante quiso darle velocidad a sus destrezas pero chocó contra un muro de contención, en el que eficaces fueron los obreros, Cardona y Malagón.
"El Arriero" comprendió que sacar ventaja no era darle el balón al rival. El asunto era jugar y no solo neutralizar. Por ello incorporó chispas de fútbol, con velocidad al espacio. Se percató de la lentitud defensiva de Millonarios y lo atacó con sorpresa y precisión.
Así llegó el triunfo. Mateo, esta vez en el camino de regreso al "gran Mateo", en la propuesta de la jugada.
Alejo García, saboreando las revanchas que el fútbol da, tras la silbatina humillante e inaceptable de hace unos días.
Con su pase perfecto, asistencia de gol, le dio brillo al inesperado arrebato ofensivo. Como un rayo, Barrios activó una zona despoblada, desprotegida, para "fusilar" a Montero.
El triunfo valorado y celebrado, con profundas repercusiones deportivas y económicas.
Lindo se vio el estadio, inmensa la felicidad del público. La fiesta como en los mejores tiempos, aunque no fue amplio el repertorio para dominar con rotunda superioridad, algo fundamental para avanzar y soñar. "Recuerda aquella vez...".