La hora Gaviria fue una de las medidas que el gobierno colombiano adoptó, en el año de 1992, como herramienta de control del consumo de energía eléctrica, debido a su baja producción. El Fenómeno del Niño había impactado a nuestro país con altas temperaturas y una reducción en las precipitaciones, afectando los niveles de nuestros embalses y, por ende, la oferta de energía. Los cortes de luz eran constantes, por lo menos de 10 horas diarias. En respuesta a esta situación, los ciudadanos adoptaron fuentes de energía alternativas como el gas, las plantas de diésel, la leña y las velas, para cocinar y alumbrar sus viviendas, siendo este un momento pivote de la seguridad energética colombiana.  
En el 2023, el Fenómeno del Niño ha regresado con una mayor intensidad en temperaturas y, aunque nuestro país se encuentra en un nivel muy distinto al de los años 90 en cuanto a producción e interconectividad eléctrica, existe una probabilidad de tener menores niveles en nuestros embalses. En consecuencia, la puesta en marcha de todas las turbinas de Hidroituango será fundamental para mantener la oferta de energía eléctrica en épocas de baja generación, ya que cuando las unidades 3 y 4 de dicha hidroeléctrica empiecen a operar, se sumarán 600MW de potencia al sistema. Colombia es un país con una matriz energética envidiable, más de un 70% proviene de energías renovables, como la energía hidroeléctrica. Paradójicamente, esto podría jugar en contra en época de bajas lluvias e incremento de la demanda. Según el reporte de monitoreo de XM, operador del sistema interconectado de energía eléctrica nacional, las reservas de los embalses, al cierre de julio, se encontraban en un 81 % del volumen útil, lo cual nos da una aparente tranquilidad que puede cambiar con las proyecciones climáticas del último trimestre de este año. 
Es probable que el calentamiento global potencialice los efectos del Fenómeno del Niño. No obstante, es importante anotar que estos son dos fenómenos independientes que tienen un común denominador: la afectación de la calidad de vida del ser humano en un entorno variable.  
Por lo tanto, debemos estar preparados para la llegada del Niño. Esto implica fortalecer otras fuentes de energía, distintas a la hidroeléctrica, para salvaguardar la seguridad energética del país. El gobierno debe hacer las paces con las fuentes de energía fósiles, las cuales son vitales en periodos de variación climática. Muestra de ello es la situación de los países que tienen estaciones; pues en épocas de invierno, requieren de este tipo de energías para calentar los hogares de sus habitantes, y en épocas de verano, para enfriarlos. Por ejemplo, en el estado de Texas, el incremento de un grado centígrado de temperatura este verano se reflejó en el crecimiento del 4% en la demanda de energía eléctrica. 
El gobierno colombiano deberá incentivar la exploración de yacimientos de gas y petróleo en nuestro país, con el fin de tener suficientes reservas para alimentar las termoeléctricas y así no permitir que la reducción de los embalses afecte la cotidianidad de los colombianos. De igual manera, hay que impulsar la construcción de parques de energía renovable (eólica y solar), la cual empieza a jugar un rol muy importante en la matriz energética de muchos países y ha tenido dificultades para desarrollarse en Colombia. El hidrógeno y la energía nuclear deben también entrar en el debate, pues son proyectos que requieren de varios años de planeación y de ejecución, para que las futuras generaciones puedan tener unas condiciones mínimas de bienestar.