Fanny Bernal Orozco * liberia53@hotmail.com

 

Parece que las personas creen -tanto en Colombia como en otras partes del mundo- que entre más palabras vulgares, descalificadoras y soeces se pronuncien, conseguirán más oyentes. Ya es cotidiano escuchar, ver o leer -desde dirigentes hasta periodistas- que insultan, amenazan, despotrican, ridiculizan y arman chismes acerca de los demás, sin que esto les genere pena, ni sonroja.

En un solo día, hablan de una serie de asuntos en los cuales, se nota la ignorancia, la carencia de criterios serios y la falta de conocimiento que llevan intrínsecos, y así sin argumentos se dirigen a otros que, por su falta de lectura, de discernimiento y análisis, son presa fácil para ser seducidos por estos personajes y sus falacias.

Muchas de sus frustraciones las descargan en quienes los leen, oyen o ven. Y poco a poco contagian de rabia, de rencor, resentimiento a una sociedad y así, unos se van contra los otros y repiten o aumentan el maltrato, la burla, la humillación, con palabras o con hechos que son un claro ejemplo de los pobres valores y virtudes, de aquellos que se dicen líderes y que desconocen los mínimos éticos para vivir y tejer relaciones respetuosas y empáticas, en una comunidad.

La comunicación juega un papel importante, en la forma como los seres humanos nos relacionamos y cuando las palabras son respetuosas y amables, se crean escenarios de confianza y empatía, lo cual facilita el desarrollo de habilidades sociales, sensibilidad y solidaridad.

Detrás de tanta vulgaridad y ordinariez, se encuentran personas que no han conocido otra manera de comunicarse con sus semejantes, que no se detienen a escuchar a los demás, sus egos inflados les impiden ponerse en los zapatos de otros, hablan sin sentido y se pierden en medio de sus mentiras y fantasías.

Los buenos modales, el buen trato, las frases comprensivas y cálidas, son herramientas para acortar distancias, favorecer la autoestima y generar un efecto positivo en las personas. Cultivar los gestos amables y generosos son hábitos que mejoran la vida cotidiana de una sociedad, esto no se logra desde discursos y gestos vacíos, que carecen de conexión emocional y sensibilidad.

La comunicación emocional provoca respuestas emocionales y puede ser fácil dejarse llevar por ellas, sin ningún análisis y lo vemos a diario tanto en nuestro país como en otros estados. No puede existir paz, cuando las palabras, como dardos envenenados, se disparan en todas las direcciones; hay un desconocimiento de lo que significa callar y observar, autorregular y afrontar, analizar y reflexionar.

Y así pasan los días y los meses mientras la violencia se acentúa y el dolor y la rabia aumentan peligrosamente. Hace falta oír otras palabras en las que, los valores personales, el respeto por los otros, por la vida, la justicia, la confianza, la paz emocional y social, se anuden con los mismos hilos.

 

Psicóloga - Profesora Titular Universidad de Manizales - liberia53@hotmail.com

 


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