“Es que no entiendo la poesía". Esta frase en muchas formas me la dicen muchas personas cuando hablo de poetas, se me escapa en una conversación algún verso que todavía conservo en mi memoria o hasta cuando simplemente hago referencia a algún poeta. 

Claro que es difícil juzgar poesía. Alguna vez me respondió el escritor Jorge Franco que este asunto es tan complicado, que él va a la fija con los clásicos para no correr riesgos. Parafraseo, por supuesto.

Colombia, país de poetas, nos dijeron muchos años, porque a la Presidencia del país llegaban versificadores que se quedaban horas intentando un verso, mientras el país se iba al abismo.

William Ospina es ante todo un poeta. Sus ensayos y sus novelas están cargados de metáforas y de expresiones que hay que leerlas con el ritmo que él les impone, porque eso es precisamente la poesía, lograr música con las palabras. De ahí que venga muy bien esta reimpresión que se hace de Por los países de Colombia, una obra sobre poetas de nuestro país, pero que realmente es una lección de cómo entender la poesía. 

Si le gustan los retos, este es un buen comienzo para intentar llegar a comprender los motivos o las inspiraciones de los poetas, si esa es su aspiración, pero nunca olvide que, a quienes cometen -mos- versos, se les debe entender es en sus sentimientos. En palabras de Ospina: “La poesía no puede ser descifrada, no puede ser traducida a las palabras que la significan, no puede ser explicada; pero infinitamente puede ser sentida y compartida".

La poesía es como el arte abstracto. Su interpretación depende más del ojo que ve la obra, que de quien la crea. En los versos tiene más que ver el lector para que la magia se dé. 

El título del libro de Ospina es sacado de un verso de Aurelio Arturo:

Te hablo también: entre maderas, entre resinas,

entre millares de hojas inquietas, de una sola hoja,

pequeña mancha verde de lozanía, de gracia,

hoja sola en que vibran los vientos que corrieron

por los bellos países donde el verde es de todos los colores,

los vientos que cantaron por los países de Colombia.

No sé en estos tiempos de pornoexplicitud musical, si las metáforas aún conmuevan los corazones de los más jóvenes. Pero hubo un tiempo en que muchos de nosotros nos criamos escuchando los versos más famosos de los poetas colombianos. Leíamos ese Extraño universo de León de Greiff, como tituló el libro sobre este autor Orlando Mejía Rivera, y poco entendíamos, pero nos atrapaban sus arcaísmos, sus sinsentidos, su ritmo:

Poeta soy si ello es ser poeta.

Lontano, absconto, sibilino. Dura

lasca de corindón, vislumbre obscura,

gota abisal de música secreta.

Amor apercibida la saeta.

Y nuestro primer poeta maldito, no tenía que ver con los franceses, se trataba de uno muy bogotano, el joven José Asunción, que en sus versos nos avisaba la tragedia más allá de sombras y nocturnos:

Si aprisionaros pudiera el verso

fantasmas grises, cuando pasáis.

Barba Jacob fue también obligada lectura de nuestros comienzos en la poesía y nos atrapó para siempre, porque era el hombre de mundo, el que vagó por América y escribió para todos, siempre vivo, siempre culpable:

Nada, nada por siempre, y merecía

mi Alma, por los dioses engañada,

la Verdad, y la Ley, y la Armonía.

Sé digna de este horror y de esta nada,

y activa y valerosa, oh alma mía.

“Colombia, hija de España, más que un país es un conjunto de países unidos por la historia común, por la lengua y por indolentes instituciones". Y ese es el propósito de Ospina en este libro. A través de 13 autores nos lleva de la mano por un viaje a la poesía y, al tiempo, por la magia de la lengua que nos hace una potente unidad hispanoparlante. 

Me parece muy bien que en estas reimpresiones conmemorativas se incluya un prólogo diferente al original, eso ayuda a poner en perspectiva la obra. Sí creo que deberían darse datos, así fueran mínimos, biográficos más completos de los autores de los que se escribe, porque no faltará quién no los conozca y pretenda ahondar en ellos.

“La primera de todas las antologías es la que cada quien lleva de sus versos queridos", escribe William y cómo le doy la razón en esto y por ese motivo es normal que él rinda homenaje a cada uno de los autores escogidos. Es este el motivo por el que a veces suena casi a panegírico y se le va la mano -la pluma- en hipérboles, pero es que se trata de un poeta rindiendo culto a sus inspiradores, y a quienes en el idioma forjaron una patria.

“La poesía está en condiciones de hacernos ver lo que es imposible para la razón". Y por eso a quienes me preguntan cómo tomarle el gustico, les digo que no le pongan tanta razón y mejor abran su corazón y sus oídos. Déjense tocar por la fuerza de la palabra y la musicalidad. 

Leer poesía enriquece. Es una buena forma de entender por qué a muchos nos cuesta acomodarnos a la grotesca pornografía auditiva de estos días. Lean poesía, lean a Ospina, a los poetas jóvenes, a las mujeres que hoy, para mi gusto, están haciendo la mejor poesía contemporánea en Colombia, y #HablemosDeLibros y declamemos versos.

Subrayados

  • De Juan de Castellanos: “El primero y más minucioso testigo de nuestra naturaleza".
  • De Hernando Domínguez Camargo: “Se mueve entre la poesía y la mera y hueca vistosidad verbal".
  • De José Asunción Silva: “Con la misma mano con la que había escrito sus poemas, se rompió el corazón".
  • De Barba Jacob: “Todos aprendimos con sus versos a reconocer la poesía".
  • De José Eustasio Rivera: “Su poesía mayor está en ese libro desmesurado y terrible, ebrio de violencia y de selva" -La Vorágine-.
  • De Luis Carlos López: “Es un verdadero francotirador contra toda la grandilocuencia rubendariana, y contra los símbolos estereotipados de nuestra poesía de aldea".
  • De León de Greiff: “Su poesía festiva, altamente imaginativa, llena de diabluras y de destrezas, parece continuamente un juego".
  • De Aurelio Arturo: “Sabía muy bien que en todo paraíso verdadero también hay silencio y espanto".
  • De Giovanni Quessep: “Bajo la exquisita armonía de sus versos discurren toda clase de aventuras verbales".
  • De Álvaro Mutis: “Aplica a todo tema su vigoroso tono vital, ese ritmo que a la vez enumera y medita, que dialoga consigo mismo mientras ve al tiempo inexorable escapar sin remedio".
  • De José Manuel Arango: “Ese arte sutil de acer visible lo invisible, y de hacernos percibir lo que no es evidente está siempre en sus versos".
  • De Raúl Gómez Jattin: “Este hijo de las llanuras sinuanas lleva en su corazón el fuego de unas montañas remotas".
  • De Gonzalo Arango: “Tal vez no sería un poeta, pero era sin duda un poema".
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Por los países de Colombia, William Ospina