“De qué sirve confesarme,
 si no me arrepiento”.
Al Pacino
La mafia es una organización criminal que se origino en Sicilia, Italia, pero que se regó por el mundo y se hizo universal, que llena de dinero sin pudor a los que componen esas organizaciones que no siendo nuestras, lograron permear socialmente las sociedades, causando daños irreparables en todo un país y todo un mundo, que vive al arbitrio de los destinos que quieren imponer los mafiosos de todos los pelambres.
Destruye sociedades, comunidades completas, grupos de personas que cayeron en sus garras, sin opciones diferentes a las de la desgracia o la muerte. Grupos de personas que sucumben al paso imparable y sin límite que tienen todas las plagas del mundo. Son imparables, porque además de acabar con el tejido social, cuentan con aparatos de violencia con las que reprimen, acallan o eliminan a los que por casualidad tengan un momento de lucides para denunciarlas.
La mayor desgracia que tiene la humanidad hoy en día, es la de estar en medio de organizaciones delincuenciales poderosísimas, ante las cuales el ciudadano del común, permanece inerme, porque de no hacerlo el precio que pagaría sería muy alto. No solo dañan la vida de personas, sino que destruyen familias enteras, que víctimas de su accionar, ven destruidos todos sus esfuerzos por salir adelante y progresar, con trabajo, educación, principios solidos en el ámbito personal y social.
En nuestro país saldrá a la luz pública un libro llamado “La Costa Nostra”, escrito por Laura Ardila Arieta, que pone al desnudo la corrupción que ha inundado la costa, desde Barranquilla, con el más absoluto desprecio por la legalidad; un maldito elogio a la corrupción política y paramilitar, el desgreño administrativo y el robo de los recursos públicos, con maquinarias indecentes de  contratación y manejo del electorado, de la mano de la corrupción y el narcotráfico, practicado sin  reten alguno por el grupo Char, que se consolidó sustentado en esa podredumbre en el clan más poderoso de Colombia.
Pero no es exclusivo de ellos, va desde el norte en la Guajira con Edicto Segundo Castañeda, alias “Condor”, Luis Enrique Castañeda, “El gordo”, Rodolfo González, alias “el Puerco”, Roberto Higgisn, alias “Almicar”, y muchos otros como ellos encargados de destruir buena parte de la cultura Guayu, manipulando a los indígenas de ese departamento con instrucciones en dialecto wayuunaiki, que además de hacerle fácil penetrarlos, los hacía pasar desapercibidos.
No hay que bajar mucho para encontrarse con el clan Gnecco, que aliado con los Char han destruido los cimientos dignos en el Atlántico. En Magdalena, Córdoba y el Cesar, existen por montones, el “Clan del Golfo”, los “Pacehengas” (Conquistadores de la Sierra), los reclutados combatientes de las AUC, que hicieron parte de diversas estructuras, como el Bloque Norte, el Bloque Central Bolívar, el Frente Resistencia Motilona, el Frente Héctor Julio Peinado Becerra, el Clan de los Rojas, ‘Parce’, ‘Diomeditos’, ‘Orlando’, ‘Maye’, ‘Secre’, ‘Merras’, ‘César’, ‘Chichongo’, ‘Jaime’, ‘Camello’, ‘Rafa’, ‘Sabroso’, ‘Gordito’, el ‘Viejo Edi’, etc., etc., etc.…
En Antioquia proliferaron entre los paisas, vivos e inescrupulosos, habladores de mierda, pero con lazos poderosísimos con lo más sofisticado del narcotráfico en Colombia, que se expandió al eje cafetero, donde pasan de agache en medio de una sociedad miedosa, complaciente e hipócrita que no los señala, les abre las puertas, como a los poderosos que imponen la ley y el orden en la región, sin hacer propaganda, con poca figuración y perfiles casi invisibles. 
No se escapó al fenómeno el centro del país, Tolima, Huila y Putumayo. Se crearon aparte, poderosísimos grupos en el Valle y en el cauca, extendiéndose a Nariño, donde todos saben quiénes son, pero nadie se atreve a señalarlos.
Es a esos desgraciados sin escrúpulos, causantes de la mayoría de las tragedias de la sociedad colombiana, a los que debemos la deshonra  de un narcoestado, en el que no cesa la horrible noche, igual o peor que el día, burlando fácilmente la justicia, cuando  no es que además tienen cómplices entre algunos de los que la componen, deshonestos e indolentes, que le quitan sin vergüenza alguna la venda a la diosa Themis y le arrebatan la balanza, para que esos pocos pero poderosos  delincuentes que hay en ella, la conviertan en un juego, la pisotean, sin que les de vergüenza alguna, en un país en el que la impunidad es una costumbre que  hace parte de mayorías sin criterio y sin principios.
Esta debacle que viene de hace 50 años, tiene que comenzar a tener fin. No podemos estar más en manos de un fiscal con comportamiento de Babosa.