Vivimos tiempos de desinformación y crisis. Crisis mediática y manipulada poco clara, deshonesta e interesada. Crisis creadas por medios y periodistas que se convirtieron en canales de desinformación y mentiras, de falsas noticias, de verdades a medias, que son mentiras completas. Son momentos difíciles en esta democracia, caracterizada por ser poco honesta, tramposa y manipuladora para hacer realidad sus fines, desinteresada en el bien común, para privilegiar grupos de poder o para manejar a su antojo lo que siendo público y de todos los colombianos, convirtieron en cantera de beneficio personal y manipulación de los recursos, para enriquecer grupos políticos, clanes de poder o personas carentes de principios éticos y de moral pública.
            Enfrentamos a una lucha organizada desde puntos diferentes, con el objetivo de mantener los privilegios que siempre han tenido las minorías, excluyendo vastas camadas de la población, que permanecían en el olvido, sin un Estado que se hubiera preocupado por ellas, para satisfacer sus necesidades y resolverles sus problemas. Vivimos en un país de desigualdad extrema, en la que pocos lo tienen todo y la mayoría tiene nada, como si ese ejercicio de la política deshonesto y con precio, no afectara a los habitantes de Colombia no tuviera impacto en el cotidiano de nuestro país.
            Despertamos a una realidad diferente que vivimos, que nos muestra la cruda verdad de los desastres humanos y sociales que se producen a diario en nuestro país, sin que a la mayoría de la minoría que ostenta el poder político y económico les importe, convencidos de que el poder para manejar un pueblo, se puede utilizar como quieran, sin importar las consecuencias sociales, económicas y humanas que se derivan de la debacle en la que han sumido nuestra patria desde que tenemos memoria.
            Pero el mundo ha cambiado y nosotros no podíamos ser la excepción en los destinos de un realidad que día a día se derrumba, entre  corrupción y corruptos, desastres naturales y depredadores de la naturaleza, gobernantes cínicamente desvergonzados y seguidores interesados o ignorantes, que  los apoyan para que todo siga siendo igual a como ha sido, a costa de aumentar las brechas inmensas entre los  habitantes de este moridero, lleno de gente sin oportunidades, sumida en la absoluta pobreza, con pequeños grupos de auto privilegiados, se aprovechan de las diferencias para poder mantener sus privilegios, sin que la situación de los que los rodean les importe, creyendo que no llegará el día en que pagarán un precio muy caro, por sus abusos, despilfarros, enriquecimientos desbordados y privilegios excluyentes.
            Colombia no resiste más esta desigualdad que la caracteriza desde  que existimos como independientes, haciendo la farsa de una democracia de mentiras, en un pedazo del mundo en el que vivimos con un total y despreciable modelo, lleno de desigualdad, injusticia, marginalización y pobreza generalizada, al lado de pequeños grupos que poderosos, manipulan todo para obtener beneficios y prebendas que no merecen y que les quitan de un tajo la obligación de responder por sus felonías, su deshonestos, su falta de solidaridad  y sus concupiscencias.
            Tenemos la oportunidad de convertirnos en un país decente, ejemplo en el cumplimiento de los derechos humanos, donde la suerte de cada uno de nuestros compatriotas le importe a la mayoría de la gente , con un modo de vivir justo y digno, donde puedan habitar los  ricos de siempre, cuando sus fortunas sean bien habidas y ganadas, que no tengan que someterse al escrutinio de una justicia que los castigue cuando sea obtenida en forma ilegal, con actividades ilícitas o abusos del poder que se apropian; eso solo será posible cuando nos empiece a preocupar la suerte de los  pobres, muy pobres que los acompañan, sin que hasta ahora les haya importado.
            Nos enfrentamos a un fenómeno que será cataclismo, si no se detienen de un tajo en sus intenciones malsanas, los que privilegiados de siempre, ilegalmente la mayoría de las veces, quieren sembrar el caos y fomentar una rebelión en un país que ya ha sufrido todos los horrores, todos los vejámenes y todos los desaciertos de su clase dirigente privilegiada.
            Tenemos que acabar con los manipuladores de información, que distorsionan la verdad, engañan a la gente y presentan noticias falsas como la realidad que vivimos. A esos deshonestos hay que castigarlos con el silencio que se les impone a los que utilizan los medios para manipular y destruir los esbozos de paz y de justicia que queremos tener en nuestra patria.