Hablar sobre personas destacadas en este momento de crisis local, nacional y mundial es bastante difícil. Asistimos a una escalada de terror en el mundo de fines impredecibles. Además, vivimos una pugna interna atizada por los extremistas de todas las corrientes, partidarios políticos, congresistas, gobernadores, alcaldes, diputados y ediles, que tienen en la falta de argumentos la aliada fácil pero peligrosa de incitar a la violencia desde sus discursos de odio y desinformación.
El mundo está ardiendo sin saber cuál será el límite. Mientras tanto nuestro país está en el proceso de inicio de una llamarada infernal. Eso no lo podemos permitir. Tenemos que unirnos para mantener viva la esperanza de la paz y la convivencia como únicos elementos fundamentales en los procesos de cambios que se avizoran inexorablemente.
Pero eso no se hace desde la basura ideológica de aquellos que hacen en política lo que sea para obtener beneficios con los que dicen van a beneficiar a las vastas mayorías, cuando lo que en realidad quieren es seguir manteniendo un poder con el cual han manejado a su antojo todo, sin recato alguno y sin retenes, pasando por todos los partidos y colaborando con todos los gobiernos a los que después traicionan sin que les importe, porque carecen de sentido común, aunque se promocionen como la revolución del mismo, a sabiendas de que ese, el sentido común, el menos común de los sentidos, no hace revoluciones, dado que ese sentido es la capacidad de juzgar y actuar de manera razonable y sensata en la vida cotidiana, basados en la experiencia y el conocimiento común de un grupo de personas.
El sentido común es algo que se adquiere de manera espontánea a través de la experiencia y no requiere de un aprendizaje formal. Sofisticada manera de embolatar incautos, por personajes altamente cuestionados en el ámbito de lo público y enriquecidos en forma desproporcionada y alta teniendo en cuenta lo que han hecho.
Hoy hablaremos de un personaje que se “voló” de casa siendo un niño, se dedicó a la venta de dulces y chucherías, pero que, con determinación y trabajo logró consolidar una empresa y una familia que fueron prósperas y dignas de ejemplo. Hablo de Aurelio Restrepo, quien demostró que con trabajo se pueden lograr las metas que una persona se proponga.
Tuvo una familia de varios hijos: Ángela, Carmenza, Elsa, Jorge Aurelio, Carlos Alberto y Guillermo, a los que con disciplina y esfuerzo sus padres les permitieron que todos fueran profesionales y les heredaran su dedicación al trabajo en su empresa dedicada a la comercialización de muebles y electrodomésticos, que terminó funcionando en la esquina de la avenida Santander, al frente del edificio Panorama, en la bajada al Coliseo; además en su piso inferior tenía el almacén de sus hijas dedicadas a la venta de telas y de ropa, siendo líder en el Eje Cafetero, donde estuvo funcionando más de 50 años.
Ellos son ejemplo hoy de lo que se puede lograr con disciplina y esfuerzo, con honestidad y trabajo. Familias como las de Ángela y sus hermanos son dignas de toda la admiración y el aplauso en una sociedad a la que han dado ejemplo y a la que han demostrado que, con honestidad y transparencia, se pueden lograr todas las metas.