Me pareció un acierto el editorial de La Patria del pasado 22 de mayo, titulado “Comunidades negras, sin barreras”. Estuvo inspirado en la conmemoración del 21 de mayo de 1851, cuando el presidente, José Hilario López, firmó la Ley No. 2 de ese año, que declaró libres a todos los esclavos que existieran en el territorio colombiano. Salvo la anunciada nota del “Periódico de Casa”, dicha fecha, como era de esperarse, pasó desapercibida.
A nadie se le ha ocurrido —ni siquiera al propio Raimundo Emiliani, padre de los festivos en Colombia— declararla fiesta nacional. De los 18 días feriados colombianos, 12 son de carácter religioso: primero los santos, después la libertad. La abolición de la esclavitud en Colombia y en el mundo no es una fecha para recordar ni conmemorar: es un día común y corriente, como si aquí no existieran negros, afros, palenqueros o raizales.
Aunque se habla de libertad de los esclavos, tal hecho no fue del todo cierto. En realidad, como lo expresa el artículo 2º de la mencionada Ley, para expedir el “comprobante de libertad” había que avaluar a los esclavos, como se hace con fincas, vacas o caballos, y redimirlos por “vales de manumisión”.
Un esclavo de menos de 45 años no podía ser avaluado en más de 1.600 reales, y las mujeres —llamadas “hembras”— tenían un tope de avalúo de 1.200 reales. Como puede verse, en realidad se trató de una expropiación en interés público: una compra pública de la libertad de los esclavos, pues se hacía necesario recomponer, indemnizando, el patrimonio de los esclavistas.
Por si fuera poco, la derrota electoral de los conservadores y la llegada al poder de los liberales, con sus propuestas abolicionistas, desencadenaron una nueva guerra civil, que —según Juan Carlos Jurado (Revista Historelo, No. 14, “Guerra y Nación. La guerra civil colombiana de 1851”)— duró entre el 1. º de mayo y el 10 de septiembre de 1851. Los conservadores, de la mano de la Iglesia, no estaban dispuestos a ceder ante las pretendidas ideas emancipadoras del nuevo gobierno, entre ellas, dejar libres a los esclavos sin compensación alguna.
Aún seguimos aguardando que, un 21 de mayo que ojalá no esté muy lejano, el Partido Conservador le pida perdón al país —pero, sobre todo, a las comunidades negras— por haberse aferrado a la avaricia económica de tratar como mercancías a personas que hoy hacen parte de nuestra reconocida plurietnicidad. Haití, primera república libre de América y que contribuyó significativamente —con la ayuda de Alexandre Petión— a la independencia de Colombia, también tuvo que "comprar" su libertad a la infame morronguería de Francia, luego de haber sido colonizada y explotada por los autoproclamados adalides de la libertad, lo que la condujo a su actual estado de miseria.
Como lo afirmó el editorial de La Patria, urge “ir eliminando de los territorios el racismo y la segregación, que todavía permanecen en los municipios de Caldas, y sobre todo en Manizales”. Que así sea.