Gonzalo Duque Escobar

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@godues

Con múltiples estudios estratigráficos e investigaciones complementarias en busca de huellas geológicas asociadas a procesos antropogénicos, aún no puede declararse científicamente que estemos en el Antropoceno, por lo menos de manera oficial. En la estratigrafía cuaternaria, después del Holoceno sigue el Antropoceno, un concepto que además de cultural podría definir una “época” geológica de existir suficientes evidencias sustanciales de los cambios de origen antropogénico reflejados en una huella geológica de trascendencia incontrovertible.
Los partidarios de la idea quienes fechan el inicio del Antropoceno en 1800 con la Revolución Industrial o incluso a mediados del siglo XX por la lluvia radiactiva de eventos nucleares, reclaman su formalización basados en cambios irreversibles que la actividad humana ha provocado en el planeta, marcando el fin de la “época” del Holoceno transcurrido durante 11.700 años en los que se consolida un entorno global estable que se desarrolló por una civilización humana que transformó el mundo con la agricultura.
Actualmente los escenarios privilegiados para encontrar eventuales evidencias son, por ejemplo, los ambientes lacustres y los arrecifes de coral distribuidos por diversas zonas del mundo, razón por la cual las labores de equipos científicos canadienses de la Subcomisión de Estratigrafía Cuaternaria se han concentrado frente a las costas de España, en las profundidades de los lagos de Estonia y en el Lago Crawford de Canadá, para buscar cambios relevantes en la concentración de microplásticos.
Al respecto, los arrecifes de coral, a menudo denominados bosques tropicales del mar, pese a ser uno de los ecosistemas más biodiversos de la Tierra, y al papel fundamental que desempeñan en la biodiversidad marina, en la economía y en la protección costera, enfrentan importantes amenazas debido al creciente calentamiento climático con sus impactos, razón por la cual cualquier cambio resulta crucial para la salud general de los ambientes marinos a nivel global y para las comunidades que lo habitan.
También los científicos analizan el desarrollo de especies de pollo a lo largo de los siglos, para buscar una eventual correlación entre la evolución de dichas especies y algunos patrones de consumo humano, ya que de existir, los huesos de pollo darían evidencias positivas conforme han cambiado durante medio millón de años las costumbres y apetitos de las personas como factor que altera radicalmente los sistemas naturales.
Es que el pollo tal cual lo conocemos hoy comparado con sus antepasados y congéneres silvestres, según un estudio publicado en la revista de la Royal Society Open Science, es otro tras el resultado de la acción antrópica, como consecuencia de la capacidad de la humanidad para manipular los procesos naturales, puesto que, por el tamaño, la forma del esqueleto, la química ósea y la genética del pollo, la especie actual resulta irreconocible.
Además, el creciente cambio climático asociado a los gases de efecto invernadero (GEI) o los daños irreversibles del uso excesivo de recursos naturales, también son un reflejo de las actividades humanas en el medio ambiente y sobre la superficie terrestre. Si bien apenas ahora se presentan las conclusiones de los estudios citados, y otras sobre sedimentos con restos de microplásticos, cenizas de la combustión de petróleo y carbón o incluso rastros de lejanas explosiones nucleares, el concepto de Antropoceno como “época” aunque ya se utiliza ampliamente, no cuenta con el consenso para oficializarse.
¿Pero en qué va la propuesta? Según la revista Nature las posibilidades de que el Antropoceno sea adoptado formalmente parecen escasas ya que, pese a las evidencias encontradas, la propuesta “no puede avanzar más” según informa el presidente de la Comisión Internacional de Estratigrafía CIE, que supervisa el SQS. De cualquier manera, el término Antropoceno que fue utilizado por primera vez en 2000, tarde que temprano terminará encontrando soporte.
Una propuesta alternativa podría ser declarar el Antropoceno como un “evento” geológico en lugar de calificar el período como “época” geológica, y admitiendo que los “eventos” aunque se llevan a cabo a lo largo del tiempo, ni forman parte de la escala oficial del tiempo geológico, ni necesitan de la aprobación del comité designado por la CIE. Como referente, las extinciones masivas, las grandes glaciaciones, y la oxigenación de la atmósfera ocurrida hace 2.400 millones de años, se denominan “eventos”.