Con su admirable oficio de escribir, Gabriel García Márquez siempre hallaba la palabra adecuada para armonizar prosa y poesía. Creó nombres que solo a él se le ocurrían como Remedios la bella, Amaranta Úrsula, Melquíades o Florentino Ariza.
También metáforas preciosas, escenas insospechadas y una narrativa que, con razón, le dio el Nobel en 1982. Disfruta esto de El amor en los tiempos del cólera:
- “Terminaron por conocerse tanto, que antes de los treinta años de casados eran como un mismo ser dividido. Y se sentían incómodos por la frecuencia con la que se adivinaban el pensamiento sin proponérselo”.
- “ Fermina Daza le rogó a Dios que le concediera al menos un instante para que él no se fuera sin saber cuánto lo había querido por encima de las dudas de ambos. Y sintió un apremio irresistible de empezar la vida con él otra vez desde el principio para decirse todo lo que se les quedó sin decir. Y volver a hacer bien cualquier cosa que hubieran hecho mal en el pasado. Pero tuvo que rendirse ante la intransigencia de la muerte” .