Resulta imposible no hablar por estos días del Aeropuerto del Café, proyecto que sigue siendo un sueño para los caldenses después de más de 30 años de intentos fallidos.
Muchos continúan señalando a este importante proyecto regional como un gran elefante blanco, mientras que otros respondían que el proyecto llegó a su fin con la reciente renuncia del último de sus gerentes.
Este nuevo obstáculo hace que tanto el Gobierno nacional, como otras entidades de control, vuelvan a poner la lupa sobre el proyecto, realizando cuestionamientos acerca de su relevancia para Caldas y la región.
Los inicios de Aerocafé se remontan a 1985, con la creación de la Corporación Aeropuerto de Palestina, cuyo objetivo era la promoción y construcción del Aeropuerto Regional del municipio de Palestina.
Años más tarde, se definió que el aeropuerto se construiría en tres etapas principalmente: la etapa uno estaría destinada para un aeropuerto con operación nacional diurna y nocturna, con una pista de 1.400 mts; en la etapa dos, se ampliaría la pista a 2.600 mts, para dar viabilidad a la operación de vuelos internacionales; y en la etapa tres, se contemplaría una ampliación adicional para operaciones de carga, con una pista de 3.800 mts.
Esta nueva complicación para construir el aeropuerto no solamente revive los dolores de cabeza que sentimos a diario los caldenses ante la imposibilidad de contar con un transporte aéreo digno, sino que en el inmediato futuro impediría el descongestionamiento del Aeropuerto Internacional Matecaña de Pereira y del Aeropuerto Internacional El Edén de Armenia, apoyo para el que fue estratégicamente pensado Aerocafé como proyecto de región.
En este sentido, la justificación principal para el proyecto, es que el Aeropuerto del Café debe ser pensado como el eje vital para la competitividad y conectividad, no solamente del departamento de Caldas, sino del Eje Cafetero y Tolima; y además, será un soporte fundamental para la producción y exportación de bienes, un potencial generador de empleo, un promotor de desarrollo urbano y un dinamizador del turismo del departamento y las poblaciones cercanas.
Conociendo entonces la importancia de este macroproyecto, se vuelve fundamental la veeduría ciudadana que exija un transporte aéreo digno para Caldas, pues suficientes años hemos pasado ilusionados con el inicio de la construcción de la primera fase, en la que asegurábamos tener finalmente una fecha en la que el aeropuerto estaría operando.
Sin embargo, hoy con una nueva “piedra en el zapato”, es de vital importancia que entre todos alcemos nuestra voz para que las condiciones habilitantes que ya había tenido el proyecto, no se derrumben.
El aeropuerto continúa liderando el ranking de los proyectos más importantes a construirse dentro de la agenda de desarrollo y de competitividad de Caldas, por lo que los gremios y demás actores locales siguen apostando por la construcción del mismo.
No obstante, pareciera como si siempre nos quedara faltando cinco centavos para el peso.
Entonces, nuevamente cabe preguntarnos ¿y el Aeropuerto del Café para cuándo?