Eran las tres de la madrugada, Tatiana, instintivamente en posición fetal, lloraba, no lo podía hacer en presencia de sus dos hijos que dentro de pocas horas despertarían, debía mostrarse fuerte y administrar sus angustias, ser el soporte de su familia, allí residían sus más resistentes y bellos apegos a la vida que tanto la golpeaba. Llevaba más de cinco años separada de un canalla que mala vida matrimonial le brindó, y ahora, intentando rehacer su vida, corregir sus errores, ese monstruo del pasado regresaba para atormentarla, amenazarla, usar sus hijos en común como mecanismo de presión para que Tatiana no pudiese construir un proyecto de vida que le fuera propio, estaba ante la zozobra de un peligroso psicópata.
Historias como las que afronta Tatiana, la viven Paola, Cindy, Lorena, Johana y más de 32.000 mil mujeres que según cifras de medicina legal denunciaron casos de violencia en 2023, año en el cual, lamentablemente, la vida de más de 480 mujeres en Colombia fueron apagadas vilmente por feminicidas. Es alarmante que las cifras de violencia basadas en género posicionen al país como el tercero más violento en esta categoría entre los 38 países que integran la OCDE y el más violento para personas de la comunidad LGBTQ+ en América Latina. Profundas reflexiones deben originarse en nuestra realidad como sociedad ante estos escalofriantes datos.
La situación en Manizales no deja de preocupar, según estadísticas de la Alcaldía, a corte del mes de septiembre de 2023, se reportaron “1.133 casos de violencia de género y violencia intrafamiliar en el Sivigila, de los cuales un 85% corresponde al sexo femenino”, siendo comparativamente a los años inmediatamente anteriores el más violento contra las mujeres en la ciudad. Según distintas organizaciones de la sociedad civil, hay una alta incidencia en comportamientos posesivo-dominantes de las parejas y exparejas de las víctimas, siendo común el maltrato basado en la violencia psicológica, en la generación de un miedo sistemático contra la mujer.
Hay avances significativos en Colombia en la protección de la integridad de las mujeres por parte de la ley ante la potencial agresión de un victimario. El ordenamiento penal ha desarrollado mecanismos punitivos más severos para castigar delitos basados en violencia de género, existen hoy más instrumentos que permiten visibilizar las acciones de intimidación, acoso y agresión que se perpetren. No obstante, ante los avances expuestos, estos se empañan por cuanto son mecanismos que se activan cuando el proyecto de vida de la víctima ya se encuentra lesionado y el daño psicológico se ha causado.
Para que historias como las de miles de mujeres violentadas en Colombia disminuyan, se precisan urgentes esfuerzos institucionales, no solo para promover que los mecanismos de denuncia ante acciones violentas sean efectivos, sino un arduo trabajo de todo el colectivo volcado a la prevención de estas conductas. Hogares violentos, contextos machistas donde está consolidada la idea del proveedor económico que ejerce formas de poder e intimidación, déficit de instrumentos para desarrollar actitudes tolerantes en colegios, barrios y en núcleos familiares constituyen un perfecto caldo de cultivo para que fecunden los violentos, allí debe darse una fuerte intervención de la sociedad para que mañana no estemos graduando a los futuros terrores de las mujeres en nuestras ciudades y lamentando muchas más víctimas.
A Tatiana y tantas mujeres que hoy sufren, no están solas; recuerden, parafraseando a Séneca: el poder del victimario radica en el miedo, si ya no existe el miedo, él perderá su poder. ¡Fuerza a todas!