Finalizan los periodos administrativos por los cuales en 2019 votaron miles de caldenses y manizaleños, administraciones que podrían resumirse de mediocres resultados, en monumentos a la intrascendencia y una mofa a los principios básicos del buen gobierno. La desoladora conclusión sobre el gobernador de Caldas y el alcalde de Manizales podrá ser extendida, con excepciones, a la Asamblea Departamental y al Concejo Municipal, entidades que fungieron como notarios que validaron con espectacular ahínco lo que serían desaciertos de gestión. Primaron, a pesar de las obras inconclusas, de las torpezas constantes elevadas a actos administrativos, y de los consecutivos ridículos nacionales, los pupitrazos al unísono y las solitarias oposiciones.
No son estas líneas un breviario de los silencios que graduaron este cuatrienio en Manizales y Caldas como insulso en la gestión pública local, ni una delación de quienes se prestaron con su pasividad al ostracismo político que afronta Caldas. Es esta una columna que reconocerá las pocas voces que fueron consistentes desde el Concejo de Manizales y la Asamblea de Caldas en el ejercicio de la oposición política, hoy tan perseguida y asfixiada. En Colombia, especialmente en las regiones no es fácil ser opositor, es desafiante enfrentarse a la máquina burocrática de gobernadores y alcaldes cuando median tantísimos intereses de líderes y votantes que presionan por cargos, contratos y en el mejor de los casos por inversión en determinadas zonas de influencia.
Es un auténtico reto ser una voz alejada del rebaño, cuando los gastos de las entidades se vuelcan al maquillaje de la realidad a través de rubros de publicidad; es por ello que quienes eligen con criterio la oposición desde los concejos y las asambleas merecen ser destacados, su papel en las democracias regionales son vitales y son acciones que lindan con heroísmo. Valerosos han sido desde el Concejo de Manizales las acciones de oposición de Adriana Arango, Julián García y Christian David Pérez, sus voces han permitido que muchos manizaleños conozcamos lo que son tomos de exabruptos; no obstante, el abundante foco mediático que se ha posado sobre la realidad políticoadministrativa de la ciudad y que nos ha hecho ser noticia nacional e internacional con alguna considerable frecuencia, ha otorgado a estos concejales la oportunidad de expresarse con suficiencia y ejercer su papel de opositores con resonancia en distintos medios. No sucede lo mismo con la oposición en la Asamblea del departamento con la actual Gobernación de Caldas, entidad que ha tenido la suerte de no llamar tanto la atención como la Alcaldía y pasar de agache ante lo que serían noticias meritorias de enérgicos debates; no obstante, desde estos espacios de opinión es preciso reconocer el papel casi en solitario del diputado Camilo Gaviria, quien ha ejercido desde el 1 de enero de 2020 los derechos políticos otorgados en los artículos séptimo y vigésimo quinto del llamado Estatuto de la Oposición con consistencia.
Sin haber sido su votante, crítico de algunas de sus posiciones en las elecciones de 2019 para gobernador de Caldas, apostando que no aceptaría ser diputado del departamento después de perder la contienda electoral contra Luis Carlos Velásquez o que incluso renunciaría para volver a candidatizarse a una Cámara de Representantes o a la Gobernación de nuevo, tres años y ocho meses después de aceptar su curul como miembro de la Asamblea Departamental, se debe ser justo con Gaviria en el reconocimiento que merece quien ha ejercido el necesario papel de opositor en medio de la tremenda pasividad existente en el cuestionamiento de un mandato sin mayores logros y con grandes deudas con los caldenses.
Las intervenciones de denuncia que ha realizado el diputado, acompañadas el último año y medio por el diputado Mauricio Londoño, indican hoy que el tiempo le ha dado la razón a Gaviria, su trabajo no se circunscribió al revanchismo que inicialmente, me incluyo, creímos tendría su labor en la “duma” departamental. Él ha puesto sobre el debate asuntos de gran importancia como Aerocafé, la vía Manizales-Mariquita, Juegos Nacionales, el programa de las 4.000 viviendas, la inexistente Área Metropolitana del Centrosur, el Catastro Multipropósito, el Patio de Contenedores, el Centro de Innovación Anserma y la intervención de las vías terciarias; temas que debieron haber marcado un control político mucho más intenso en la Asamblea de Caldas que aquel que ha podido dar el solitario opositor.
Es una lástima que el ejercicio de oposición haya sido más extenso en Caldas y Manizales, aún cuando los hechos lo demandaban. Una democracia madura podrá preciarse de una connivencia entre el ejercicio de la oposición y el propio del gobierno, donde los primeros sean capaces de reconocer y apoyar las propuestas que les son presentadas cuando sean bien fundamentadas, y las administraciones sepan valorar en la crítica constructivas herramientas de gestión que les permitan cumplir sus obligaciones con el conjunto de los ciudadanos y no solo con sus votantes o copartidarios.
Esperamos muchos, con ardor cívico, que en los próximos periodos administrativos nos acerquemos a una deliberación más activa, a partidos que estén dispuestos a ejercer la oposición cuando los resultados electorales así se lo precisen, y sobre todo, gobernantes capaces de escuchar y valorar a sus críticos con auténtica generosidad republicana.