Colombia es un país donde las personas pueden expresar lo que a bien tengan dentro del ámbito de la opinión.
La muestra de ello es fehaciente.
A cualquier hora, día o noche, de persona a persona se produce la comunicación o se emplean los medios antiguos o modernos para difundir lo que se quiere transmitir.
No hay límites en lo que se desea transferir bajo la concepción de opinión.
Por lo tanto, la persona puede alcanzar a otra u otras, en cualquier momento.
Ello también aplica a la consideración de instituciones bajo la dirección de personas o también de aquellas que simplemente son marcadas como bienes muebles o inmuebles, con las razones para existir.
Pero el país, como en otros sitios, se ha acostumbrado paulatinamente a los rumores, sin el respaldo de la verdad tácita o comprobada.
Se emiten infinidad de habladurías que aparentan obras o sucesos reales, que dan lugar a adoptar otros susurros o posiciones que pueden lesionar a otro u otros.
Y, la cadena se establece sin la menor comprobación.
Entre más inverosímil sea la patraña, más cerca de la credibilidad.
Es el imperio de los medios y sus devotos, incluyen las denominadas: Redes venenosas descritas por Rosa Montero, marzo 22, entendidos como la acción intermedia en el logro de un fin ya sea premeditado o de ocasión.
Los rumores han llegado a ser una avalancha que abarca a todos los ámbitos de la vida de los colombianos, llegando al avasallamiento que incide al menos en la vida familiar, laboral y social.
A veces, lamentablemente llega hasta la academia, que debería estar desprovista de todo sesgo que le aparte de la verdad o le impida llegar a esta.
Construir una relación, en todos los sentidos, con rumores acabará con desvirtuar la esencia de la vida de las personas llegando a una pregunta permanente e injusta, ante cualquier evento anunciado: ¿Será verdad?
Y mientras se logra establecer la certeza se pierde tiempo irrecuperable que debiera estar dedicado al análisis y al logro de una vida, con su entorno, digna de los seres humanos.
Las personas no se merecen que se les apabulle con acciones que desfiguran el valor verdadero de lo humano.
El laberinto de la soledad. Así titula Mundotoro su editorial del pasado 21 de marzo.
Con algunas correcciones y adiciones, se transcriben varios conceptos emitidos.
No faltamos a la verdad si afirmamos que México funciona de una forma que no aplica en un país occidental o europeo (?).
En México es, si es necesario, a las bravas (sic).
No existe una sola decisión política o económica en forma de ley que no haya sido antes sujeto y objeto de mercadeo/acuerdo, cuestión cuasi lícita en democracia.
Pero ningún mexicano cuestionará lo que afirmamos: el poder y la corrupción deforman y fagocitan la democracia en todos los órdenes.
Todo es pacto y transa. Y, en México, lo que no es en pacto, es a la brava…
¿Qué tan lejos se halla Colombia?