Jorge Eliécer Gaitán Ayala (1898-1948) fue una de las figuras políticas más relevantes en Colombia en la primera mitad del siglo XX. Nació en Bogotá en el popular barrio Las Cruces y falleció en esa capital el 9 de abril de 1948, víctima de un atentado, que, como casi todos los magnicidios, nunca fue totalmente esclarecido. Su padre era librero y su madre administró bienes de su hijo, adquiridos con los recursos de su profesión de abogado penalista, funcionario público y parlamentario.
Abogado de la Universidad Nacional de Colombia, se especializó en Derecho penal en la Universidad Sapienza, de Roma, donde fue alumno destacado del famoso profesor Ferri. Desde muy joven se vinculó a la política como miembro del Partido Liberal, destacándose por su brillante oratoria, con un manejo impecable del idioma español, y mensajes de gran contenido social, como proclamar que “el hambre no es liberal ni conservadora”, con lo que conquistaba adeptos para su causa en los sectores más humildes, sin distingos partidistas, que lo seguían con devoción, exclamando cuando oían sus consignas: “Ráspele por ai mi doptor querido”. “El negro” Gaitán, como lo llamaban sus opositores, tenía gustos refinados; vestía con elegancia, gustaba de la exquisita mesa y de los licores finos y prefería los autos de alta gama, como el Cadillac que tenía; lo máximo en su época.
El aspecto más relevante de Gaitán era su oratoria, con voz poderosa, correcto manejo del idioma español y ademanes teatrales. Sus intervenciones en el foro, como penalista, atraían público admirador de su verbo, y a ellas acudían estudiantes de Derecho como a una clase magistral. Los “viernes culturales” en el teatro Colombia, que Gaitán ideó para hacer proselitismo político, siempre tenían lleno completo; y las manifestaciones de plaza pública eran multitudinarias, sin importar ideologías en los auditorios, que asistían seducidos por la figura de Gaitán, que atraía con su elocuencia y con los ademanes de elegante teatralidad que eran su especialidad.
Un aspecto destacado de la habilidad oratoria de Gaitán era el dominio de masas, que se movían sumisas ante el poder de su palabra. Entre muchos ejemplos es recordada la “Marcha del silencio”, que el caudillo convocó exigiendo a los participantes que se desplazaran por la carrera 7.ª, desde la plaza de toros hasta el Palacio de San Carlos, sede de la Presidencia, en completo silencio, para exigirle al Gobierno del presidente Ospina Pérez que cesara la violencia contra las mayorías liberales. El recorrido de la multitud transcurrió sin que se oyera el zumbido de una mosca, como suele decirse. Frente a la sede presidencial pronunció Gaitán su Oración por la paz, una pieza antológica de la oratoria colombiana.
Razón tienen, entonces, doña Gloria Gaitán Jaramillo y su hija, descendientes del caudillo, cuando protestan porque un grupo criminal, dedicado al narcotráfico, la extorsión, el secuestro, el sicariato, la minería ilegal y la explotación sexual de menores, para adquirir estatus político frente al Gobierno, se arrope bajo el nombre de Gaitán. Ese es un irrespeto a la memoria de un gran hombre.