Cuando los personajes públicos han superado etapas, dejando para el registro histórico hechos de variados matices, pero con un saldo a su favor ante situaciones que comprometen el bienestar del país, tienen el deber de obrar con grandeza, haciendo caso omiso de lo que piensen y expresen quienes se interesan más por la controversia que por los acuerdos inspirados en el bienestar general, ante situaciones que ameritan actitudes positivas y nobles, más que atizar rencillas, ya superadas.
Los expresidentes Gaviria (1990-1994) y Uribe (2002-2010) han entendido que el camino para enfrentar la posibilidad de que el sistema de Gobierno que quiere imponer Petro se perpetúe, es llegar a un acuerdo amplio con aspirantes de tendencias políticas moderadas, para escoger un candidato único y evitar la atomización de votos que favorezca al que representa el “socialismo siglo XXI”, instituido por Hugo Chávez en Venezuela, y copiado por otros países del entorno latinoamericano, con resultados nefastos.
Cuba se había adelantado al modelo socialista con el apoyo de Rusia en tiempos de la guerra fría, beneficio que se le acabó cuando se disolvió la URSS; y sobrevivió por un tiempo con la ayuda de Chávez. Con el empobrecimiento de Venezuela, perdió el generoso aporte petrolero, para tener que enfrentar una verdadera calamidad económica y social, cada día peor y sin luz a la vista que la supere. A esa situación calamitosa quieren llevar a Colombia los neocomunistas, partidarios de concentrar todo el poder en el ejecutivo central, nacionalizando la salud, la educación, el sistema monetario, la producción industrial y agrícola, los servicios públicos y, en general, el Estado, incluyendo la justicia y el legislativo, para que el arrogante mandatario de turno puede decir, como Luis XIV, “el Estado soy yo”.
Es inocultable una inquina del Gobierno “del cambio” contra el empresariado, gestor y administrador del bienestar social y económico del país, invocando ideologías trasnochadas del populismo extremista de izquierda, que no ha producido sino ignorancia, atraso y pobreza.
Los expresidentes Gaviria y Uribe han convenido en llamar a otros actores políticos a unirse en torno a una candidatura única que rescate los valores positivos de la nacionalidad colombiana, actuando con la generosidad y el patriotismo que invocó el presidente Kennedy, de los Estados Unidos, cuando propuso: “Hablemos de las cosas que nos unen y no de las que nos separan”.
La abundancia de aspirantes a la Presidencia de Colombia en las elecciones del 2026 plantea la necesidad de que dirigentes con trayectoria e influencia, obrando con sensatez, influyan para que se depongan candidaturas ilusorias, de modo que los votos no se atomicen, favoreciendo la continuidad del populismo depredador.
Los altibajos en el proceso histórico colombiano, durante más de 200 años de vida republicana, arrojan un saldo favorable. Quedan tareas pendientes, como la inseguridad y la pobreza extrema, superables con patriotismo y racionalidad, y no perpetuando en el poder a megalómanos despistados.