Los sucesos, buenos y malos, que afectan al mundo actual, provocan en las comunidades altibajos emocionales, porque, de una u otra manera, influyen en ellas, a lo que hay que agregar la eficiencia con que se difunden las noticias, por el desarrollo de los sistemas de comunicación y su amplia cobertura, a los que no se les escapa ningún rincón del mundo, para que las emociones se produzcan de inmediato, sean satisfactorias o preocupantes, afectando el normal discurrir de la sociedad, la tranquilidad de la cotidianidad, los sistemas económicos y, en general, el devenir de la humanidad.
Todo ese embrollo, para bien o para mal, se genera desde la política, en la medida que los gobiernos, invocando diversas ideologías, imponen métodos que pueden cambiar drásticamente de uno a otro, mediando apenas unos pocos años, y sin apelación, cuando se trata de democracias que se apoyan en mayorías definidas en eventos electorales que representan la opinión determinante de los sistemas de gobierno, que arrastran a las naciones, en un sube y baja favorable o adverso.
Gobiernos autoritarios suelen ser estables, lo que beneficia a los pueblos cuando los gobernantes no son delirantes, agresivos, guerreristas o expansivos, lo que afecta a los connacionales y a otros, cuando las relaciones son inevitables entre países vecinos, o se imponen factores como la fuerza y la supremacía económica, la influencia cultural determinada por los anteriores, o por la pobreza y la ignorancia, fácilmente manipulables por el activismo político.
Ejemplos de mandatarios autoritarios que impusieron sus condiciones sin las limitantes de acatar sistemas políticos preestablecidos y obtuvieron para sus pueblos bienestar y prosperidad, fueron, en la antigua Grecia, Pericles, cuya influencia se prolongó a lo largo del conocido como “siglo de Pericles, que dejó un legado físico e ideológico que ha trascendido los siglos como patrimonio universal. En el mejor momento del imperio romano Julio César, después de un largo proceso de formación política, impuso su estilo autoritario, pero favorable al bienestar y la gloria de los romanos, y útil a los pueblos que ocuparon en su proceso expansivo.
Más cerca en el registro histórico, Nasser, presidente de Egipto tras la caída de la monarquía de los faraones, inspiró la formación de la República Árabe Unida, RAU, convirtiéndose en líder de los países árabes; buscó apoyo en Rusia para la construcción del Canal de Suez; y consolidó la república egipcia. Más recientemente. Lawrence Wong, primer ministro de Singapur, con mano dura impuso en el pequeño país asiático un régimen autoritario que erradicó el desgreño y la corrupción con severos castigos y encausó el país por altos índices de calidad de vida de sus ciudadanos, considerados los más altos en el panorama mundial. Por la “mano dura” es considerado un dictador.
Por estas calendas que corren, entre cambios climáticos, fenómenos naturales catastróficos, sorpresas tecnológicas, eventos deportivos, innovaciones artísticas, insólitas confrontaciones armadas y protagonismos políticos, que alternan entre la tragedia y la comedia, se produce un sube y baja emocional que induce a las comunidades al júbilo o a comerse las uñas.