El aforismo que titula esta nota sirve para que los demócratas de verdad, distintos a quienes solo aceptan resultados políticos cuando les favorecen, ante la realidad de que el próximo presidente de Colombia será Gustavo Petro, asuman una actitud patriótica, pensando en los supremos intereses de la Nación y en el bienestar de todos los colombianos. La oposición que anuncian a priori políticos de oficio no es ideológica ni busca denunciar errores y malos manejos del gobierno. Tampoco revisar proyectos de ley que deben pasar por el Congreso Nacional, para su estudio y aprobación, o hundimiento, presentados por los entes del ejecutivo, cada uno sobre asuntos de su competencia.
En otras épocas, la oposición liberal a los gobiernos conservadores buscaba desprestigiarlos, con la intención de ganar adeptos para una próxima contienda electoral; y viceversa. De un tiempo para acá, cuando el bipartidismo liberal-conservador, con una discreta participación del partido comunista, terminó su ciclo histórico con más pena que gloria, otros objetivos entraron en el juego político, en los que las ideas son apenas un referente histórico.
Un nuevo estilo, de “estadistas” que saben mucho pero no entienden nada, impone que el gobierno trate de conformar mayorías parlamentarias que avalen sus iniciativas. Para lograrlo, es necesario negociar “en rútilas monedas”, contratos, a través de terceros, para esconder el pecado; mejoras salariales, disfrazadas de beneficios adicionales (gabelas); cargos en nóminas paralelas (corbatas) para familiares y amigos de políticos “leales”…; y un extenso etcétera. A este propósito, gobierno y políticos son muy creativos.
Otros, opositores a cualquier iniciativa que lesione sus privilegios, preparan artillerías para defenderse, a través de congresistas financiados por ellos, o de los “grupos de presión”, como llamó el presidente Valencia a las organizaciones gremiales, cuyo “patriotismo” no trasciende los límites de los intereses de sus afiliados.   
El mandatario que asumirá el próximo 7 de agosto sabe “por dónde va el agua al molino”, por su larga participación en el juego político; y también cómo “torear” las embestidas a las arcas oficiales y a la nómina oficial de los “amigos” que le aparecieron casi al tiempo con el resultado de las urnas el pasado 19 de junio.
A una “inmensa minoría”, sin embargo, solo le interesa que al gobierno le vaya bien. De eso dependen muchos factores que juegan a favor del interés general. Por ejemplo, el bienestar económico, la seguridad, la eficiencia de la salud, la paz, la cobertura y calidad de la educación, el acceso a vivienda propia en condiciones favorables, el buen manejo de las inversiones públicas, la calidad de las obras de infraestructura, la oportunidad en la prestación de servicios como la alimentación escolar, la cobertura social de los ancianos, la racionalidad de la justicia, la eficiencia de los entes de control y la depuración de la democracia, representada por los congresistas. Mucho de eso hasta ahora no ha sido posible, pese a haber estado el país bajo la tutela del Sagrado Corazón de Jesús y de la Virgen de Chiquinquirá. No faltará, sin embargo, quien les achaque a ellos todos los males que padece esta “patria inmortal”, como dicen los oradores del 20 de julio.