Los capitalistas que disponen de recursos financieros para invertir, son distintos unos de otros, según los objetivos que tengan para que sus patrimonios estén activos y crezcan. En términos generales, unos acogen la creatividad de científicos, innovadores e inventores y se asocian con ellos, de modo que las ideas se vuelvan productivas para creativos y empresarios, aportando los de la plata infraestructura, maquinarias, equipos y capital de trabajo, que apoyen el talento y las labores productivas de los socios, conciliando así las acciones de emprendimiento, capital y trabajo. Esta estrategia puede aplicarse en empresas de índole diferente (industrial, comercial, investigativo o de servicios) y constituye un factor eficiente para impulsar el desarrollo. Así se hace efectiva la fórmula keynesiana de “producción y empleo”, cuyo planteamiento puede interpretarse de la siguiente manera, para entender sus alcances colectivos: la creatividad induce a la producción; ésta genera empleo, el empleo estimula el consumo, el consumo crea demanda y la demanda induce a la producción, al tiempo que motiva nuevos emprendimientos, para que se cierre el círculo. Ese proceso constituye una actividad sinfín, altamente favorable para el desarrollo social, al tiempo que racionaliza las diferencias en las clases económicas. Esa premisa del teórico liberal de principios del siglo XX inspiró los mejores momentos de la economía mundial, en los Estados Unidos y en los países que han sido sus émulos, contribuyendo a fortalecer la clase media, como ideal para el bienestar colectivo.
En Colombia fue notable el cambio del modelo económico colonial y elitista por uno más moderno, que orientara las inversiones de capital hacia la infraestructura urbana y vial, la industria sustitutiva de importaciones y la transformación de la producción manufacturera y agrícola, para incluirle el valor agregado de la mano de obra y la capacitación de la misma. A este propósito contribuyó notablemente la vinculación de empresarios europeos, el aporte de capitalistas criollos visionarios, el apoyo de gobiernos orientados por ideas innovadoras de líderes ajenos a la modorra del canapé republicano, conservador, literario y católico, y a la naciente industria cafetera, cuyos recursos en divisas para invertir en tecnología y maquinaria, mano de obra, bienestar campesino y equitativa distribución de la propiedad rural, estructuraron un modelo económico eficiente y socialmente equilibrado. Lástima que simultáneamente operara un sistema político irracional, caracterizado por la corrupción y la violencia, que, por desgracia, persiste.
Las ideas del señor Keynes han “padecido” innovaciones monetaristas y de economía de mercado, o neoliberalismo, que sólo han contribuido a concentrar la riqueza, reducir la clase media, desatar la especulación, comercial y financiera; alborotar la corrupción y desestabilizar el sistema económico, a lo que ha contribuido la ineptitud de la clase política. Mientras tanto, los poderosos capitales “golondrinas”, que vuelan por el mundo especulando, sin ningún compromiso con las comunidades, buscan apropiarse de empresas de tradición y arraigo, sólidas y productivas, porque para sus mentores es mejor negocio comprar hecho que hacer.