Ningún hombre honesto quiere la guerra. Esto es un hecho. Con ella solo se enriquecen los mercaderes de la muerte que hacen de las armas su botín de cambio para acrecentar jugosas arcas que permanecen escondidas para no ser rastreadas por las autoridades. La violencia es un negocio para unos pocos, pues para los demás es una verdadera ruina.
Quienes se benefician con la muerte no solo tiñen de sangre sus manos. Su futuro se encuentra ligado a las lágrimas de miles de personas que en medio de la angustia los maldijeron con vehemencia. Que no quepa duda de que su destino no será halagüeño.
¿Qué camino queda? La paz es la única opción. Su sendero, aunque tortuoso, se convierte en la única ruta posible para conquistar una Colombia en calma que se pueda heredar a nuestros hijos, donde pensar diferente no sea sinónimo de exterminio físico o moral, donde expresar las ideas no sea equiparable a cargar un obituario en el pecho, donde disentir sea tan válido como consentir. Pero este anhelo no se logra improvisando frases de cajón, ni armando coaliciones entre bandidos. Los procesos de paz más exitosos se logran fortaleciendo la vida institucional en todos los órdenes, garantizando el respeto a los Derechos Humanos y conquistando el apoyo ciudadano mediante una pedagogía continuada que asegure el diálogo de doble vía entre comunidades y organismos del Estado para escuchar sus percepciones, anhelos e inquietudes. Por el contrario, la debilidad sostenida solo traerá una interminable espiral de violencia muy difícil de derrotar.
Bajo estas premisas resulta inquietante, por decir lo menos, la aparente improvisación en la estrategia de “paz total” que ha emprendido el gobierno. Mediante una serie de decretos se ha ordenado el cese de hostilidades contra cinco grupos armados: ELN, Segunda Marquetalia, Estado Mayor Central, Autodefensas Gaitanistas de Colombia y Autodefensas de la Sierra Nevada. De estos al menos uno – ELN –, ha desmentido al propio presidente Gustavo Petro al sostener que este cese bilateral de hostilidades no ha sido acordado en la mesa de negociación.
Varios puntos dejan un sin sabor enorme sobre la táctica desplegada por el gobierno nacional con el ELN.
En primer lugar, deja de manifiesto la necesidad de la administración central por mantener continuados anuncios de avance en los procesos de negociación que no se armonizan con la realidad. Este deseo se encuentra ligado en mayor medida a fortalecer la imagen del propio gobierno y no a reportar los avances efectivos logrados en los espacios abiertos con cada grupo armado, dejando la percepción en la opinión pública que el ejecutivo no está liderando el proceso de diálogo y que son los insurgentes quienes tienen la batuta.
En segundo lugar, debilita la posición del gobierno nacional frente al proceso de negociación con el ELN. El ejecutivo ya expidió el decreto 2657 del 31 de diciembre de 2022, que consideró que este grupo subversivo había iniciado un cese unilateral al fuego y en base a ello decretó el cese bilateral y temporal hasta el 30 de junio de 2023. Ante el revés en el proceso de diálogo, el propio ministro Prada se pronunció en favor de la suspensión del aludido decreto y, con un poco de ligereza, dictaminó la necesidad de restablecer las capacidades ofensivas de la fuerza pública. Es decir, mantener la negociación en medio de la guerra.
Finalmente, la estrategia se basa, por una parte, en iniciar diálogos de negociación con el ELN y el Estado Mayor y, por la otra, política de sometimiento con las AGC, las disidencias de Iván Márquez y las Autodefensas de la Sierra Nevada. Esta estrategia le traerá al gobierno más problemas que soluciones, pues dudo mucho que los tres grupos invitados al sometimiento accedan a entregar sus armas a cambio de nada, cuando sus compañeros si gozan de las mieles de la negociación.
De esta estrategia queda la sensación de improvisación, debilidad institucional y falta de coherencia para plasmar una política integral de paz que conduzca al anhelado sueño de todos los colombianos. Por nuestro bien esperamos que el presidente Petro tenga éxito en sus planes y que estas líneas no dejen de ser temores superados por un gobierno decidido.