¡Cuán delgada parece ser la fina barrera que divide estos conceptos! Disímiles en su esencia, resultan a menudo confundidos con astucia por quienes odian todo lo que el Estado de Israel representa para increpar culpas a los inocentes y denotar como víctimas a los criminales. El sionismo, surgido en el siglo XIX, no es un monstruo devorador de mundos ni un azote para la humanidad, como algunos afirman. Es una respuesta a siglos de persecución y un anhelo de hogar, un rincón seguro para un pueblo que ha enfrentado la adversidad con valentía. Con su llamado a la autodeterminación judía en la tierra ancestral de Israel, es un eco de un pasado doloroso y un grito de esperanza hacia un futuro pacífico. Surgió en respuesta a siglos de persecución, a la diáspora que dispersó al pueblo judío por todo el mundo, a los pogromos y al holocausto nazi. Esta doctrina fue la respuesta al íntimo derecho del pueblo judío de forjar un destino en su tierra ancestral, un lugar donde su comunidad pudiera vivir sin miedo, proteger su identidad y construir un futuro más seguro.
El judaísmo, venerable y antiguo, es un faro espiritual que ha guiado a millones a lo largo de los siglos. Sus enseñanzas han cincelado la moral y la ética de la humanidad, recordándonos la importancia de la justicia y la compasión. Los valores del judaísmo han influido en la cultura occidental y han contribuido a la construcción de una sociedad más justa. El judaísmo es mucho más que una religión; es una identidad, una conexión con un pasado ancestral y un compromiso con un futuro de coexistencia y paz. En cada festividad, en cada oración se encuentra la continuidad de una tradición que ha perdurado a pesar de las vicisitudes de la historia. YHWH, el Dios de Israel, ha sido la piedra angular de esta fe, el guardián de la promesa y la fuente de fortaleza en los momentos de tribulación. El judaísmo no es el sionismo, y el sionismo no es el judaísmo. El primero es un movimiento político, el segundo una fe y una identidad arraigada en una historia milenaria.
En este panorama, se alza el estado de Israel, un sueño hecho realidad para muchos judíos. Es una respuesta a la necesidad apremiante de un refugio seguro, un lugar donde las generaciones futuras no tengan que temer por su existencia. Israel, con sus ciudades modernas y su rica historia, es un testimonio de resiliencia y determinación. Desde su fundación en 1948, Israel ha enfrentado desafíos constantes y amenazas existenciales, pero ha demostrado una determinación inquebrantable para garantizar su supervivencia. Hoy Israel no lucha contra los palestinos, sino contra Hamas; que es considerada una organización terrorista por varios países y organizaciones internacionales, incluyendo los Estados Unidos, la Unión Europea, Israel, Canadá y otros. Estas entidades designan a Hamas como un grupo terrorista debido a su participación en actos de violencia y terrorismo.
Sin embargo, en este baile de identidades y esperanzas, no debemos olvidar el derecho de Palestina a ocupar las tierras que ahora posee. Así como el sionismo no es igual al judaísmo, Hamas no es igual a Palestina. Los palestinos -no Hamas- también buscan un hogar, un lugar donde sus hijos puedan crecer sin el peso del conflicto. Su lucha por la autodeterminación y la justicia no puede resolverse negando esta verdad. La negación de la existencia y los derechos de Palestina no es el camino hacia la paz y la reconciliación. La existencia de Israel y el derecho de Palestina a su tierra no son mutuamente excluyentes. La coexistencia pacífica es posible si ambas partes se comprometen a un diálogo honesto y una solución justa. La demonización del sionismo no es el camino hacia la reconciliación. En este viaje hacia la comprensión mutua, es esencial recordar que el sionismo no es un enemigo de la humanidad, sino una expresión de un pueblo que buscaba un refugio en su tierra ancestral. El sionismo no es una negación de la existencia de Palestina; es la afirmación de la necesidad de un hogar seguro para los judíos. Del mismo modo, el derecho de Palestina al territorio que
actualmente ocupa no debe ser socavado ni ignorado. Es la afirmación de la identidad palestina y la búsqueda de una vida digna y pacífica. No podemos elegir un lado sin comprender y abordar las legítimas aspiraciones y derechos de ambas partes. La coexistencia pacífica debe ser el faro que guíe nuestros esfuerzos.