A Nicolás Maduro se le pueden endilgar tantas barbaries como nuestra mente sea capaz de imaginar, y tal vez nos quedaremos cortos. Parece que el tirano caribeño es un experto en recorrer – con total impunidad – varios tipos del sistema penal internacional. Actúa con descaro frente a una justicia venezolana que languidece ante el férreo control del despotismo.  Maduro habla como tirano, rige como tirano, abusa de su pueblo como tirano, atropella las instituciones como tirano, censura los medios como tirano, encierra a sus opositores como tirano, persigue sus familias como tirano y hace alianzas con otros bandidos como tirano. No es exagerado afirmar que es un tirano. 
Como colombiano, la crudeza de la realidad obliga a cuestionar el rol que ha asumido nuestro gobierno en favor del tirano. No cabe duda que los valores morales que otrora se pregonaron con ahínco en la lucha contra el paramilitarismo, ahora se han flexibilizado para restablecer las relaciones con el autoritario régimen que impone su mano de hierro sobre el destino de millones de venezolanos. Ante la ausencia de un canciller legítimo del régimen de Maduro en el mundo, nuestro gobierno ha asumido esta agencia oficiosa. El nuevo canciller del tirano critica al presidente del Salvador, Nayib Bukele por crear cárceles para mantener bajo control el hampa que acosaba las calles del país centroamericano, pero se tapa los ojos frente a los miles de presos políticos del régimen de Maduro; censura con vehemencia la forma como se ha defendido la democracia peruana, pero omite referirse a la ausencia absoluta de garantías para el ejercicio de elecciones libres y justas en Venezuela; le extiende la mano al tirano venezolano quien presuntamente ha consentido gigantescas operaciones ilegales en el vecino país, pero le da una bofetada a Juan Guaidó, quien no es reconocido como líder opositor y es conminado a abandonar suelo patrio, supuestamente por ingresar de forma irregular a Colombia, tal como lo han hecho millones de hermanos venezolanos que hoy son cobijamos con solidaridad; obliga al apagón definitivo de la política hidrocarburífera nacional, pero apoya que se reactiven los negocios entre Maduro y el gobierno norteamericano para extraer crudo a gran escala. Al parecer, y citando a su equipo de campaña “se viene corriendo la línea ética”. 
Todo indica que los acontecimientos que han rodeado la relación colombo – venezolana durante el actual gobierno, están dirigidos a representar los intereses del régimen del país vecino, tanto como el de los nacionales colombianos. Los hechos hablan por sí solos. Durante los últimos meses el presidente colombiano ha visitado al país hermano en cuatro oportunidades, al parecer, preparando el libreto que se le presentaría al presidente de los Estados Unidos para lograr el desmantelamiento de las sanciones. Una vez llevada a cabo la reunión con el coloso del norte, la cancillería del tirano se apresuró a convocar una conferencia internacional a la cual fue rechazado el principal líder opositor Juan Guaidó. Una reunión con la oposición sin el líder opositor, todo a la medida del infame tirano venezolano. 
Como era de esperarse los encuentros terminaron sin acuerdos concretos. El tirano venezolano no dejará el gobierno por las vías democráticas, se aferrará a él con la fuerza y continuará gozando de los festines que le da un gobierno en el cual los opositores son perseguidos como ratas, violando todos los fundamentos democráticos de las américas.  Muy probablemente la dictadura venezolana ofrezca elecciones en las cuales participará el oficialismo, directamente o por interpuesta persona, y sobre las cuales tendrá una abrumadora victoria dado que controla herméticamente todas las instituciones. 
La cancillería del tirano sabe que Maduro será el principal ganador de todo este entramado. Con su gestión le ha dado a la tiranía un nuevo oxígeno gracias a gobiernos bisagra que hoy han olvidado los horrores del pasado, dejando una cruda lección en favor de los déspotas: Sin importar lo criminal del régimen, del hambre de sus ciudadanos y de las atrocidades de su gobierno, siempre tendrá quien se empeñe en legitimarlo.