Era costumbre entre los griegos referirse con admiración y respeto hacia Salamina. Así bautizada una pequeña isla, situada en el golfo de Egina del mar Egeo, se hizo famosa en el año 480 a. C. con la Batalla Naval de Salamina al cabo de la cual su nombre se hizo tan popular como el de la propia Atenas. Fue el hogar de los héroes griegos Ajax y Teucro y del dramaturgo Sófocles, quienes impulsaron allí las artes, la cultura y la milicia para aquellos que desearan dedicar su vida al servicio de las armas. Era un modelo de ciudad – Estado.
Salamina, no la griega, sino la nuestra, hizo lo propio por conservar una vigencia intemporal. Sus fundadores, de linaje antioqueño, se abrieron paso entre la maleza para colonizar agrestes territorios de fieras salvajes, bandidos al acecho, gélidas noches en los picos de la montaña y frescos amaneceres junto al susurro del río Chamberí. Los hijos de éstos, con la misma sangre y vigor de sus ancestros, no se conformaron con glorias pasadas, escritas para entonces en amarillentos libros de historia, y se granjearon, con méritos propios, un distinguido lugar en la memoria de la nación. Poetas grávidos de emociones, oradores ahítos de ideas para el buen ejercicio de la política, escritores perdurables, dirigentes empecinados en el buen gobierno hicieron de ésta una ciudad ejemplo.
Evocar a nuestra Salamina, la bella, la de calles estrechas y casas coloniales, la del clima placentero y gente amable, la que palpita con la noche del fuego, la que inyecta vida al respirar su aire, es un suave viaje en el tiempo. Desde la hermosa pila de agua instalada en el parque principal, la cual fue construida en Alemania e importada desde Francia a través del puerto de Barranquilla en momentos que este municipio se erigiera como la prefectura del cantón sur de Antioquia, hasta el esplendor colonial de su arquitectura, que hoy la representa; la “Ciudad Luz” de Colombia es un pequeño espacio del paraíso en el verde esmeralda de la geografía nacional. Quienes con orgullo reconocemos que nuestro cordón umbilical aún nos adhiere sentimentalmente con el suelo que nos vio nacer, nos convertimos en pregoneros de nuestra Salamina del alma.
Sin embargo, la vida es más que yantar. Nos hemos concentrado en la fertilidad económica de los bolsillos, ignorando el deseo humano de expandir su cultura, sus tradiciones y hacer de sus raíces fuertes ramas que se adhieran con tenacidad en la historia. Salamina no ha sido ajena a este fenómeno. En algún lugar del camino giramos el timón y aún no logramos retomar el curso que corresponde. Pese a los ingentes esfuerzos de nuestros dirigentes, hemos estrechado las puertas al desarrollo intelectual, a la literatura, al futuro artístico de la juventud. Tapamos los oídos a las necesidades espirituales y culturales de quienes saben que vivir es más que existir, crecer, comer, reproducirse y morir. Está sedienta y hambrienta el alma y la mente de nuestra gente. Se han desperdiciado un sinnúmero de oportunidades, olvidando que el futuro se edifica sobre el presente y que de nada sirven éxitos pretéritos si no los rehacemos hoy.
La Salamina del futuro es una de aquellas imágenes que deambulan insistentemente por la mente, esas que pertenecen a experiencias no decantadas en su totalidad, las que hacen parte de difusos recuerdos que se incrustan en un recóndito lugar del espíritu; una proyección fantástica que nos llena de esperanza en el porvenir. Será una ciudad que cuidará de su cultura, su historia y tradiciones con el mismo ahínco que lo hace con la economía de sus pobladores. La Salamina del porvenir debe ser la sede de la Universidad del Norte de Caldas, de centros de pensamiento, de escuelas de arte, de música y de centros de emprendimiento digital. Será un espacio para el crecimiento del alma y el cuerpo y donde la noción de desarrollo abarque mucho mas que el pan sobre la mesa y nos invite a pensar en la ciencia, la cultura, las artes o la religión que nos han caracterizado. Así alguien escribirá en un siglo: “Era costumbre entre los colombianos referirse con admiración y respeto hacia Salamina...”.