- El problema es que quieren cambiarlo todo como si el pasado no existiera, advirtió Isabela. Hay que aprender de la historia.

- Justamente, respondió Diana revolviendo su café. La historia muestra que las reformas laborales casi siempre nos han quitado derechos y no han generado empleo. Mira las de Uribe: precarizaron la vida de los trabajadores, y aumentó la informalidad (67% en el 2010).

- Pero no puedes negar que si se suben los costos laborales todo se encarece. La inflación se dispara. Lo dicen la Andi y José Félix, insistió Isabela.

- Eso es un mito que favorece a los grandes capitales, intervino Germán. Yo fui repartidor de domicilios: sin salud, sin pensión, sin horario. ¿Eso mantiene la economía?

Diana continuó: - Además, la inflación es impulsada por la usura y la especulación, y por los precios internacionales, no por las mejoras salariales. ¿Acaso subir el salario mínimo ha destruido la economía?

- Yo solo digo que el miedo es libre, murmuró Isabela, cruzando los brazos.

- El miedo es un instrumento del poder, dijo Diana con firmeza. Sirve para mantener a la mayoría obediente, agradecida por migajas, mientras unos pocos se enriquecen sin producir nada útil. ¿No viste lo que pasó cuando Gustavo Petro propuso controlar las EPS, tocar los fondos de pensiones o las ganancias bancarias?

- ¡Pánico!, dijo Germán, irónico. Como si la economía fuera una porcelana. Pero el miedo no es razón para negarnos la oportunidad para el cambio.

- ¿Y quién produce la riqueza?, preguntó Diana. ¿La bolsa de valores? ¿Los fondos de inversión? No. La riqueza la produce el que trabaja, el que siembra, la que atiende, el que transporta, la que cuida. Y se les está negando una vida digna.

- Pero es un equilibrio delicado, insistió Isabela. No todo se puede cambiar de golpe.

- ¿Y por qué no?, saltó Germán. Los cambios que favorecen a los ricos se aplican de una. Pregúntele a Duque, que con un crédito del FMI favoreció a Sarmiento Angulo, a Gilinski y a muchos otros grandes empresarios. Pero cuando es para el pueblo hay que hacer "consensos" y "pedagogía". ¡Pura mamadera de gallo!

- La consulta es una forma de tomar decisiones, dijo Diana, pausada. Si el Congreso bloquea el cambio para proteger a los poderosos, la ciudadanía debe tener la palabra.

- Yo creo que eso no solucione nada, refunfuñó Isabela.

- Tal vez no lo solucione todo, dijo Diana, pero es un comienzo. La historia también enseña que los grandes logros sociales empezaron con pequeños actos de dignidad colectiva.

Germán la miró y añadió: La consulta no es solo por la reforma laboral; también es por dejar de tenerle miedo a pensar en el futuro. ¿O vamos a seguir creyendo que vivir bien es un lujo solo para unos pocos?

Isabela guardó silencio. No se levantó. Solo pensó.

Coletilla: Los liberales gaviristas presentaron una minirreforma laboral, con dos articulitos de la reforma que hundieron en el Congreso, y Efraín Cepeda dice que para aprobar la reforma no se necesita consulta popular, que el Gobierno debería hablar con ellos. Cínicos.