Mucho se ha escrito sobre la tasa de usura. Las posiciones, como en todo, resultan controversiales pues hay quienes la defienden como el mecanismo idóneo para proteger al consumidor y fomentar el acceso al crédito responsable y justo; mientras que otros, con sobrados y válidos argumentos, cuestionan su pertinencia porque desincentiva a los bancos a ofrecer nuevos créditos, limita la disponibilidad de recursos para emprendedores y consumidores, y deja por fuera del sistema a las personas de alto riesgo financiero.
Lo cierto es que cada mes, por mandato legal, la Superintendencia Financiera Colombiana define la tasa de usura. Y ¿cómo la calcula? Veámoslo con un ejemplo real y práctico: El mes de marzo anterior el promedio de las tasas que cobraron todos los bancos, por créditos de consumo y ordinarios, fue del 17,08%. Para calcular la tasa de usura, debe multiplicarse esta tasa promedio por 1,5 (una y media vez) lo que arroja la cifra de 25,62%. Es decir que en abril del 2025, nadie en Colombia (llámese banco, empresa, cooperativa, libranza, persona natural, etc.) podrá cobrar un interés anual mayor al 25,62%. Quien lo haga incurrirá en el delito de usura y quedará expuesto a una prisión máxima de 90 meses.
Todo lo anterior nos lleva a la pregunta que encabeza hoy esta columna: ¿Conviene que exista la tasa de usura en Colombia? Por supuesto que la respuesta a este cuestionamiento empieza por resolver una pregunta previa: ¿es suficientemente competido el mercado financiero colombiano? Porque si así fuera, en un mercado altamente competido, la tasa de usura no haría sino distorsionar el mercado, pues si alguien es “rechazado” por un banco, pero está en capacidad de pagar una tasa mayor a la de usura, inevitablemente caerá en manos de los temidos usureros o de los “gota a gota” en el peor de los casos.
Ahora bien, si estuviésemos hablando de un mercado No competido, controlado por unos pocos bancos, la tasa de usura encuentra justificación y cumple un papel decisivo, al evitar que esos pocos bancos fijen tasas inconvenientes para el bolsillo de los deudores. Y en la práctica, dada la existencia de la tasa de usura en Colombia, al parecer nuestros legisladores han considerado que el mercado financiero del país no es lo suficientemente competido y que está en manos de un puñado de grandes conglomerados financieros.
Sin embargo, la cantidad de personas y empresas que actualmente carecen de acceso formal al crédito en Colombia es también sintomático de que la regulación actual está desfasada. Dada la coyuntura económica, bien valdría la pena revisar las regulaciones financieras para permitir que el crédito irrigue el aparato productivo y promueva la generación de empleo.
Personalmente considero que acabar con la tasa de usura en nuestro país traería más oportunidades que amenazas al mercado financiero. Y para no ir muy lejos, recordemos la excelente noticia que recientemente nos dio Bancolombia al ofrecer una tasa del 9% efectivo anual para la compra de vivienda nueva. Prueba de que la sana competencia en materia de créditos es posible.