La calidad de ciudadano va más allá de la edad, aquella implica asumir deberes y derechos en el ejercicio de la ciudadanía, expresándose esta democráticamente a través del voto. El voto como deber incita a un compromiso con la sociedad donde resido, porque son muchos los asuntos colectivos y públicos que merecen una decisión responsable para bien de la comunidad en general. Tal compromiso sugiere un trascender de la individualidad para encontrarse con el sentido de pertenencia sobre los hechos de todo orden que nos afectan a todos; que desde luego, al votar manifestamos la solidaridad social hasta para con nosotros mismos, contribuyendo a trazar el lineamiento político que deben seguir los representantes y las autoridades gubernamentales o administrativas elegidas.
El voto como derecho, es fundamento del valor de la libertad; manifestación de la democracia y es considerado como derecho humano universal en razón de la expresión de la voluntad del pueblo. El proceder a votar lleva implícito un liberar de la conciencia y una actuación autónoma que se regocija en el hacerlo secretamente, pero que contribuye a la conformación del poder público. Dentro de la autonomía al acto voluntario de votar se considera la posibilidad de no ejercerlo; que igual da lugar a interpretaciones políticas, según la cantidad de la abstención electoral; otras dos posibilidades, es depositarlo como voto en blanco (que también cuenta) o propiciar su anulación marcándolo irregularmente de forma deliberada o por desconocimiento en su trámite.
Entre el deber o el derecho de votar y el obrar dentro de la autonomía como ciudadano, sería de obligación buscar el equilibrio entre la apropiación del valor de la libertad y la responsabilidad social con la comunidad que convivo. En últimas, irnos por el camino de la abstención electoral es generar vacíos institucionales que deslegitimarían la acción gubernamental de los servidores públicos elegidos, y también podría dar lugar a los abusos o extralimitaciones en el ejercicio del poder público de los gobernantes.
En el caso de Manizales para las elecciones de autoridades locales de este domingo, el censo electoral es de 343.490 votantes. Sí votáramos todos los registrados en el censo se generaría un sismo electoral y por ende la presencia de nuevos actores políticos; sí lo hiciéramos solo el 50% de los votantes habría una muestra significativa y daría lugar, como siempre, a interpretaciones políticas de todo orden; pero sí acudimos a las urnas solo el 25% sería una muestra poco representativa, y quedarían preguntas como por ejemplo: ¿por qué los ciudadanos de Manizales carecemos de responsabilidad social? o ¿por qué los ciudadanos de Manizales somos tan libres en el ejercicio del voto, que hasta nos damos el lujo de no hacerlo?
Para las elecciones de autoridades locales en nuestra ciudad en el año 2019 la participación fue de un porcentaje del 59,76% (o sea una votación para Alcaldía de 198.690), frente a un potencial electoral de 332.459 sufragantes. Sobre esa base porcentual de hace cuatro años nos mediremos con respecto de los resultados de este 29 de octubre, a partir de allí, surgirán muchas preguntas para hacernos en torno a la democracia local de nuestro territorio.
En definitiva, participar mediante el voto es un asunto que tiene que ver con la formación ética y política de cada ciudadano.