Quizás con estas dos columnas que leerán, amables lectores, termine por sucederme lo que le advertía El Quijote a Sancho (Cap. X, I parte): “Advertid, hermano Sancho, que esta aventura y las a ésta semejantes no son aventuras de ínsulas, sino de encrucijadas; en las cuales no se gana otra cosa que sacar rota la cabeza, o una oreja menos.” Pero bueno, hay que decir lo que se piensa. 
Quienes están en las altas direcciones de la academia tienen el deber de trazar derroteros científicos, disciplinares, culturales, morales y políticos. Y esto es lo que no veo en Manizales desde hace varios años, empezando por quienes están al frente de las universidades reunidas en el Sistema Universitario de Manizales, Suma.
Cuando se creó Suma -hace ya 15 años-, sobre los valores de la confianza y del respeto mutuo, los rectores firmaron un acuerdo fundamental en el que se dejó claro que no se trataba de seguir siendo un individuo (universidades aisladas), sino un sujeto colectivo; un Nosotros, que tendría en cuenta, en primera instancia a sus profesores y estudiantes, y que de inmediato se proyectaría al territorio. Esto lo asevero con conocimiento de causa, toda vez que fui Secretario Técnico de Suma -casi desde sus inicios, por lo que bien podría decirse que también soy cofundador-, y facilitador de muchos procesos, diseñados por los rectores de ese entonces, y que han sido importantes; caso de Suma Movilidad que ha beneficiado a cientos de estudiantes, Suma Proyección, Suma Investigaciones y Suma Gestión del riesgo, entre otras, integradas por profesores que siguen, creo, aprendiendo a conversar y a trabajar juntos.
Por ejemplo, uno esperaría que ese ya viejo anhelo de ver convertida esta ciudad en un territorio del conocimiento, en una inmensa biblioteca (idea planteada por algunos ex rectores), lo hubiera materializado una organización como Suma; pero, han pasado casi 15 años desde que se creó y nada. Existen las condiciones para hacerlo, pero lo que veo -insisto desde hace algunos años- es que no hay voluntad política ni académica, ni de las universidades ni de los gobiernos local y departamental. Todavía se sigue discutiendo si Manizales es un Distrito o un Campus Universitario…, o, -como lo dijo, sin pensar, el Presidente Petro cuando vino a Manizales y nos dejó su necia disyuntiva: “Aeropuerto o ‘ciudad cerebro’”-. 
Las directrices científicas y culturales que se espera surjan de las altas direcciones de las universidades deberían ser acordes con la dimensión política que emerja de las investigaciones que adelantan los profesores. Esto es una misión espiritual ineludible. La educación superior universitaria, no es sólo el desarrollo profesional e individual, sino la búsqueda conjunta de soluciones a los grandes problemas de la humanidad. Esta dimensión social y política, convendría pensarla más, por ejemplo, para contrarrestar la instrumentalización de la razón; considerando, además, que las universidades ya no son las únicas dedicadas a la investigación y a la titularización; para esto también están organismos multinacionales como el Banco Mundial, el BID, la Unesco…, además de otras locales y regionales. Es indispensable reconocer que cada vez menos las universidades se piensan a sí mismas. J. Joaquín Brunner define esta incertidumbre como una especie de ‘anomia’, toda vez que, al parecer nadie sabe a dónde va ni qué esperar. Precisamente por esto es fundamental pensar en que se marquen derroteros, directrices claras y precisas, máxime si se recuerda que las universidades forman parte de una de las instituciones clave de la civilización.
Creo que este tipo de conversaciones es urgente, sobre todo ahora que el Gobierno prepara una reforma sobre la Ley 30/92, por lo que convendría que los rectores de Suma convoquen ya a profesores, estudiantes, administrativos y egresados para que presenten propuestas, y se continúe preservando la historia de la cultura y el cuidado del patrimonio científico. Hay que sumar.