Dadas las circunstancias, creo que es mejor dejar claro que no pertenezco a la élite ni aquí ni en ninguna otra parte; así como tampoco ostento poder alguno, salvo el que me da la Constitución del 91. Soy un ciudadano más, tengo familia, pago impuestos cuando debo hacerlo y tengo defectos, como cualquier mortal.
Me podría pasar un rato bien sabroso llorando con el hecho de que “el mundo fue y será una porquería, ya lo sé”, pero prefiero intentar comprender lo que está pasando en esta ciudad mal gobernada, lo que viene sucediendo con el señor Carlos Mario Marín, quien funge como su alcalde. ¿Qué es realmente lo que está haciendo?, ¿por qué se comporta como lo hace?, ¿por qué grita tanto y hace tan poco? Parece que olvidara que gobernar una ciudad no es un asunto meramente técnico, ni tampoco estar vociferando en las redes sociales. Gobernar es un asunto moral, lo que conlleva entender que esto impacta necesariamente los códigos de comportamiento. Claro, lo técnico y la moral pertenecen a terrenos bien distintos, pero tienen vasos comunicantes que permiten utilizar el conocimiento para poder construir un mundo no sólo más productivo, sino más digno.
Pero, también quiero entender por qué los casi 75 mil ciudadanos que votaron por él no dicen nada; o ¿es que no les importa que su elegido haya incumplido sus promesas; las infravalorara y las llenara de oropeles, de colores verdes fluorescentes? Él ha reemplazado la sustancia con apariencias, y los valores con una disimulada participación. Conviene no olvidar que básicamente hizo su campaña a través de las redes sociales y su mal gobierno lo sigue haciendo por ahí, por lo que no puede argüir que ha sido cercano a los ciudadanos. A él sólo le interesa el cable vía y las bicicletas, nada más. No le interesa la salud, ni la educación, ni el empleo, ni la pobreza, ni el ordenamiento territorial, ni la cultura, ni el nefasto macroproyecto de San José, lo que implica que tampoco le importa la vida digna de los ciudadanos.
Está obnubilado por el poder; y su mente está puesta en un escalón más alto en la gran Capital. Y si no.. ¿para qué está su primo allá? Se sabe que quien gobierna con idolatría innata se acompaña de locuacidad y deshonestidad. Su otrora “interés” por la verdad cede ante la vanidad. Y así no se gobierna. No es un buen discípulo del programa de Ciencias Políticas de la UAM. Lo dije hace poco en una de mis columnas: el alcalde de Manizales “es un vocinglero de una ciudad que no cree en él.” Y no quiere darse cuenta.
He escuchado a muchos ciudadanos decir que prácticamente desde que empezó a “gobernar”, nos hallamos inmersos en una desafortunada serie de crisis que se sucede una tras otra. No estoy muy seguro de que así sea. Quizás lo dicen con el ánimo de entender la incomodidad que provocan tantos escándalos y decisiones desafortunadas. De lo que sí estoy convencido es que no queremos reconocer que se trata de una única gran crisis. La crisis actual no está golpeando sólo a las obras que se deben hacer en la ciudad para resolver los problemas de los ciudadanos y que, en las más de las veces, no se sabe cuándo se terminan; o la crisis del constante cambio de su gabinete: 42 cambios en dos años y 10 meses (sin contar una renuncia de carácter irrevocable, y que no quiso aceptar oportunamente con el propósito de perjudicar a quien la presentó, a sabiendas de que le dijo a tiempo -y que lo hizo también mediante un derecho de petición- que quería poner su nombre a disposición de los ciudadanos para ser alcalde. Imperdonable)…
Yo creo que se trata de una crisis profunda, que conlleva una gran transformación social y económica y que ciertamente el actual gobernante de la capital caldense no ha sido capaz de resolver, porque es evidente que no la tiene clara; no tiene claro un proyecto de ciudad.