Mientras el mundo entero celebra su coherencia, su humanismo, su autenticidad y su compromiso con quienes sufren -además de su apertura al diálogo interreligioso-, dentro de la Iglesia Católica, en los medios y quizás entre quienes deberán elegir al próximo papa, parecen pesar más las divisiones.

Dice Francesc Torralba, doctor en filosofía, teología y pedagogía, que estamos equivocados cuando nos obstinamos en ver lo que nos separa, porque esto conduce a maniqueísmos, polarización y actitudes hostiles. En cambio, -agrega- deberíamos ser capaces de ver lo que nos une, más allá del dogma y las organizaciones en las que participamos desde las diferentes confesiones.

Tal vez el papa Francisco no logró todo lo que se propuso, probablemente los cambios que hizo no fueron suficientes frente a lo que se necesita hoy, o como pensarían algunos, fue demasiado progresista y reformador.

Probablemente, hizo lo que pudo con lo que le permitieron aquellos que insisten en una Iglesia cerrada, de espaldas al mundo, una Iglesia que se enfoque en defender las tradiciones por encima del amor.

¿Qué quería Jesús? Él eligió 12 hombres sencillos: unos pescadores, un publicano que servía a los romanos, uno que era ambicioso y lo entregó por 30 monedas. Jesús no eligió letrados ni defensores de la ley, esos fueron quienes lo entregaron.

¿A quién escogió como el pastor de ovejas que él mismo fue? A un hombre sencillo, impulsivo, sin estudio, que lo negaría tres veces en el momento de su pasión.

Nelson Castro, médico neurólogo, escritor y periodista argentino, en una entrevista que hizo al papa Francisco para el libro La salud de los papas (2021), le preguntó si tuvo ansiedad en ese cónclave del 2013. Francisco le contestó: “No, sentía mucha paz”. Solo se dio cuenta en la tarde del segundo día, después de haber dormido la siesta y rezado el Rosario con mucha paz. Terminada la tercera votación de la tarde, cuando ya era evidente que podía ser papa, el cardenal que estaba a su lado le dijo “No te olvides de los pobres”. Continuó: “Me quedé pensando ahí ... pobres, pobres, ¡Ah! San Francisco, ahí me vino el nombre”.

¿Quién era San Francisco de Asís? (1.182-1226) Hijo de un próspero comerciante en telas, abandonó la vida militar para vivir en la pobreza. Mientras rezaba ante un crucifijo en una iglesia abandonada, escuchó una voz que le decía “Reconstruye mi Iglesia”. Entonces, renunció a sus bienes materiales y vivió como un mendigo. Fundó la orden de los Franciscanos y, aunque es occidental, cristiano y santo, su obra El canto de las criaturas, que el papa Francisco utilizó para iniciar la encíclica Laudato Sí (2015), trasciende el cristianismo y podría ser de interés, como dice Francesc Torralba, para un ecologista ateo, un budista, un taoísta.

¿Qué tienen en común estos dos Franciscos? Me enfoco en la humildad y la coherencia. Humildad para reconocernos hermanos en la existencia, sin importar los títulos, el dinero, el conocimiento, los bienes materiales.

Si fuéramos capaces de ver al otro como nuestro hermano, como dice la Encíclica ‘Fratelli Tutti’ (Francisco, 2020), tal vez seríamos más empáticos, más compasivos, más solidarios con los que están sufriendo a nuestro alrededor. Coherencia para vivir de acuerdo con lo que predicamos, para dejar de responsabilizar a otros por lo que sucede.

¿Qué pasaría si cada uno de nosotros, especialmente los líderes del mundo que estuvieron en el funeral de Francisco, miraran en su interior para tomar consciencia y reconocer que no podemos cambiar el mundo desde la tiranía del ego, del dinero, de las redes sociales, de la vanidad, de la guerra? Necesitamos más humildad y coherencia: la Iglesia Católica para elegir el papa que necesita el mundo de hoy; los líder mundiales para dejar de jugar con la dignidad y bienestar de quienes los eligieron; cada uno de nosotros para tomar consciencia y aportar con nuestras acciones al mundo en el cual queremos vivir.

Es tiempo, como dijo Francisco, de tender puentes y crear espacios de encuentro.