El DANE dio a conocer recientemente que el 24,5 % de los colombianos están en situación de inseguridad alimentaria. Si somos 52.700.000 habitantes, significa que 14 millones de compatriotas pasan hambre. La encuesta de calidad de vida de la institución de estadística nacional contiene un capítulo sobre alimentación de los hogares y aplica 8 preguntas que miden la Escala de experiencia de la inseguridad alimentaria – una herramienta de estudio del tema diseñada por la FAO. En el 2024 diligenciaron la encuesta 84.321 hogares.

La inseguridad alimentaria puede ser moderada o grave. Es moderada cuando “las personas se enfrentan a la incertidumbre sobre su capacidad para obtener alimentos” y con frecuencia, o siempre, deben reducir la calidad de su dieta, comer menos cantidad y ocasionalmente omitir comidas. En este nivel las personas se alimentan, pero pasan la materia ‘raspando’ y viven en zozobra día a día sobre sus posibilidades para mercar. En la inseguridad alimentaria grave las personas se encuentran ante una constante falta de acceso a los alimentos, pasan el día sin comer con frecuencia, y están en situación de hambre y desnutrición. De los 14 millones atrás citados, 2.600.000 colombianos están en esta condición, el 5 % de la población.

Hay unas correlaciones en el estudio que no sorprenden: por ejemplo, en inseguridad alimentaria el 47 % de los afectados no tienen ningún tipo de educación; pero tener educación superior no es un seguro, pues un 12,5 % de egresados de universidad la experimentan. El 37 % de aquellos en régimen subsidiado la padecen a la par de un 13 % en contributivo. Es más fuerte en los departamentos de los litorales Caribe y Pacífico y la Orinoquía. Para las mujeres cabeza de hogar es más difícil conseguir los alimentos que cuando los dos padres conducen la familia.

Que uno de cuatro colombianos sufra de hambre y que tenga serias dificultades para conseguir los alimentos esenciales debe darnos vergüenza a los que no tenemos problemas en esta materia, la primera que hay que aprobar para sostener la vida. Este drama tiene que convertirse en la obsesión de todos los gobiernos a todos los niveles. Por ejemplo, los alcaldes que tanto se preocupan por el ornato de sus ciudades, por las grandes obras físicas, deberían concentrar su atención antes que todo en que en sus municipios nadie pase hambre.

Lo más vergonzoso es que alrededor de las políticas y programas destinados a garantizar la alimentación de los niños, o sea los PAE – Programa de Alimentación Escolar, cunde la corrupción, la podredumbre del alma de políticos, gobernantes y contratistas.

Cuando despuntan las campañas presidenciales y decenas de candidatos aparecen, muchos totalmente ineptos para el cargo, este tema tendría que ser desde ya el primero en las prioridades de quienes quieran ocupar el cargo más importante del Estado. Pero los partidos y los políticos están encarnizados en un pulso por el poder, por definir quién puede más desde sus trincheras de guerra.

El estudio del DANE es muy completo, ojalá lo miren los candidatos y actúen en consonancia. Y ojalá también esta entidad se conserve como testigo fiel de la realidad nacional en todas sus dimensiones, sin que los intereses de gobernantes y políticos contaminen sus hallazgos.