Consideremos el ejemplo de una familia común de ciudad. Los pequeños pasan la mayor parte del tiempo en espacios cerrados, ya sea en la escuela, en casa o en actividades extracurriculares; sus jornadas están repletas de pantallas: televisión, tabletas, computadoras y teléfonos móviles y los momentos de contacto con la naturaleza se reducen a breves instantes en parques urbanos o visitas esporádicas al campo. Esta columna indaga sobre cómo la interacción con lo natural y el arte puede representar una expresión de la espiritualidad humana y cómo esta perspectiva puede enriquecer el ámbito educativo.

Los niños crecen sin llegar a valorar el mundo natural ni experimentar las vivencias espirituales que este puede brindar. Esa falta de conexión con lo natural puede contribuir a problemas como el estrés, ansiedad y una menor capacidad de concentración. Sin un vínculo espiritual con lo natural, resulta menos probable que desarrollen una conciencia ambiental sólida y un sentido de responsabilidad hacia el planeta.

Un informe elaborado por la Universidad Stanford reveló que los estudiantes que dedicaban más tiempo al aire libre mostraban mejoras significativas en su bienestar mental y emocional. Además, un estudio realizado por la Universidad de Exeter señaló que las personas que pasan al menos dos horas a la semana inmersas en entornos naturales poseen un estado de salud y bienestar psicológico superiores. Las excursiones escolares frecuentes dan oportunidad de aprender en contacto directo con la naturaleza. De hecho, tales programas han demostrado reducir el nivel de estrés, mejorar las habilidades sociales y, en general, aumentar el bienestar de los estudiantes.

Es importante mencionar que los proyectos de arte que ofrecen utilizar materiales naturales, como hojas, ramas, piedras, fomentan la creatividad y la conexión emocional con el entorno circundante. Por ejemplo, en algunas de las escuelas en Japón, practican “shinrin-yoku”, también conocido como “baño de bosque”, que implica pasar tiempo en el bosque para el beneficio de la salud mental.

Sumado a lo dicho, es fundamental diseñar experiencias que pongan a los alumnos en la posibilidad de interactuar con el ambiente natural de forma directa. La meditación al aire libre, la creación inspirada en la naturaleza y las excursiones ecológicas pueden ser algunas maneras efectivas de generar esas experiencias. Al ser la naturaleza y el arte expresiones de la espiritualidad humana, ambos pueden revolucionar la educación y otorgar a los estudiantes herramientas para una vida más consciente, conectada y sustentable.

Incorporar estos elementos en la educación no solo enriquece el currículo, sino que también prepara a los estudiantes para enfrentar los desafíos ambientales y sociales del futuro con una perspectiva holística. En otras palabras, la educación no es solo un camino para el desarrollo de mentes brillantes, sino también de espíritus conscientes y comprometidos con la tierra y la vida en todas sus formas. Para integrar el elemento de naturaleza y espiritualidad, los educadores pueden crear espacios verdes en las escuelas, organizar excursiones a parques y bosques, utilizar materiales naturales en proyectos artísticos y alentar actividades de meditación y atención plena al aire libre para desarrollar una conexión espiritual y una conciencia profunda.