Hablar de salir a votar en estas elecciones no es suficiente, porque el país y las regiones no necesitan líderes que se elijan por el voto de obediencia, de hambre o de odio. Lo que Colombia necesita es una base democrática y representativa que sea elegida por el voto de conciencia. Aquí, algunos criterios a tener en cuenta.
Siendo la participación en elecciones un derecho y un deber para con el bien común, el voto debe ser un acto independiente, ¡sí! independiente de tendencias, mercadotecnia e ideologías; debe ser un voto con criterio fundamentado en valores superiores, informado y pensado a partir de la vida misma, o, en otros términos, pensado en los candidatos que tienen credibilidad y no en aquellos con fama de pícaros, corruptos o inservibles, porque son ellos, los que han de realizar la importante tarea de la representación.
Votar a conciencia significa elegir a aquellos líderes que antes que el propio interés, buscan el bien común, los que trabajan para las personas y presentan servicio a las comunidades, los que ayudan a la ciudadanía, fomentan la cultura, preservan el ambiente y honran la diversidad humana mostrando gran respeto por la diferencia. Hay que tener cuidado porque político que solo aparece en época electoral traiciona los principios democráticos.
Votar a conciencia es apoyar a los candidatos coherentes que son fieles a sus principios y se distinguen por sus esfuerzos y compromiso hacia las comunidades. Estos son los que trabajan por cumplir todo aquello que dicen y miden constantemente el alcance de sus palabras para no caer en el precipicio de la demagogia. La coherencia en un candidato es fundamental, porque sin ella ninguna promesa ha de cumplir, antes bien, defraudará al electorado y a la sociedad en general con los incumplimientos típicos de quienes sólo ansían el poder.
Es una mala decisión apoyar a personas que buscan el desacuerdo y la desunión como banderas de campaña, porque son incapaces de realizar la unidad, es gente disruptiva y problemática que hace de la contención su lema; pero conviene trabajar en agendas compartidas en beneficio de la sociedad. Conviene apoyar a quienes trabajan en colaboración con los contradictores para no detener el progreso, saber llegar a consensos que mejoren las condiciones de vida de la gente y promulgar una gestión sensible, cualificada por una moral de máximos y no de mínimos.
Lo correcto es identificar a candidatos comprometidos con el cambio de las estructuras que pervierten la sociedad, que no denigran la institucionalidad ni los valores al tratar de justificar ideas contraproducentes. Candidatos que jamás harían apología a los antivalores, y no perseguirían ni lo privado, ni lo cultural, ni las libertades, ni la religiosidad, ni la vida.
Votar a conciencia es elegir a aquellos que saben escuchar y no tanto hablar; que expresan un entendimiento de la realidad del mundo desde las situaciones populares de personas privadas de riquezas, hasta las voces de quienes pueden hacer más por solucionar los problemas económicos de otros; pasando siempre por atender a las declaraciones de su propia conciencia y de la inspiración, porque quien no sabe comunicarse consigo mismo, al ejercer una función pública traiciona el servicio que presta.
Votar a conciencia es darle el voto a los candidatos valientes que persisten sin miedo a la verdad, que están dispuestos a permanecer porque su labor independientemente de los resultados electorales, no necesita de votos. Son esos los candidatos auténticos que necesita el país, los que no infunden miedo sino confianza, los que creen en defender una causa mucho mayor que ellos y se esfuerzan con esmero por aportar soluciones prácticas.