“La naturaleza quiere que los niños sean niños antes de ser hombres. Si queremos perturbar este orden, produciremos frutos precoces, que no tendrán ni madurez ni sabor”. Estas palabras, escritas hace más de dos siglos por Jean-Jacques Rousseau en su obra el Emilio, cobran vigencia ahora que vivimos en una era de distracciones digitales, agendas sobrecargadas y una obsesión por la productividad que ha convertido la crianza en procedimientos.
La pregunta clásica solía ser: ¿Importa más la calidad o la cantidad de tiempo que pasamos con ellos? La respuesta, como sugiere un revelador análisis sobre acompañamiento parental, es que es una cuestión equivocada. La verdadera pregunta es: ¿Estamos ofreciendo una presencia psicológica y emocional, o solo una física?
Los expertos señalan que los niños y adolescentes que experimentan la ausencia prolongada de sus padres -aunque esa ausencia sea “de calidad” en breves momentos- suelen mostrar mayor agresividad, sentimiento de soledad, dificultad para dar y recibir afecto, y bajo rendimiento escolar, de ahí la importancia de estar disponibles para lo inesperado, la pregunta sorpresa, el silencio incómodo y el sueño compartido.
Hoy, muchos padres justifican su ausencia con el trabajo y las responsabilidades, pero luego, en los escasos momentos en casa, también están ausentes, el teléfono vibra, el correo electrónico reclama atención y las redes sociales secuestran la mirada. Creemos que dar “regalos” o “permisos” compensa la falta de atención, pero lo que los hijos realmente demandan es ser vistos, escuchados y tenidos en cuenta, pero, ¿cómo escapar de esta trampa? He aquí algunas medidas claras, inspiradas en las recomendaciones de los especialistas:
- Crea un ritual diario exclusivo: Un momento fijo, aunque sea breve, dedicado a un solo hijo, sin pantallas. Puede ser leer un cuento, caminar o simplemente preguntar: “¿Cuál fue la mejor y la peor parte de tu día?”.
- Delega para estar presente: Asumir todas las tareas del hogar es un pasaje directo al agotamiento. Compartir las cargas permite tener energía mental para el verdadero acompañamiento.
- Sustituye el “no” por el “descubramos”: En lugar de regañar constantemente, usa ese tiempo para enseñar algo nuevo, promover la lectura o crear juntos; pinta, moldea arcilla, construye. El arte es un lenguaje compartido.
- Escucha genuinamente: La calidad surge de prestar atención a los pequeños detalles: sus amigos, sus gustos, sus frustraciones, por eso hazles saber que su opinión cuenta.
- Protege su intimidad y su derecho a decidir: No hagas todo por ellos, permíteles tomar decisiones acordes a su edad para que sientan que confías en su criterio.
La verdadera calidad del tiempo emana de la presencia auténtica, pues es en los momentos del día a día -mientras se cocina, se recoge el cuarto o se viaja en auto- cuando se tejen los vínculos. Hay que recordar por qué trabajamos y tener presente que el acompañamiento es un modelo de vida amoroso y estable que nadie más puede dar, y lo damos nosotros en la oportunidad que brinda el instante preciso, el momento oportuno, a pesar del agotamiento, de las dificultades o de las circunstancias.