Acabó de manera tan sorpresiva como empezó, la telenovela de las OPAs para comprar el Grupo Empresarial Antioqueño (GEA). La alianza de Abu Dhabi con los Gilinski se queda con 87% de Nutresa, consorcio de alimentos, mientras el enroque tradicional paisa retuvo los conglomerados financieros y de infraestructura con Sura y Argos. Pendiente de algunas aprobaciones regulatorias, los siguientes pasos de Nutresa parecen claros hacia una expansión internacional o una rentable venta a una empresa global. Lo que es menos evidente es el futuro del GEA, lo único claro es que como esta no se debe quedar.
Un profesor de la Universidad Harvard bromeaba, destacando la excepcionalidad antioqueña, que Colombia era Venezuela más el departamento de Antioquia. El GEA nace de la necesidad de proteger las empresas paisas de ser compradas por no-antioqueños. En el contexto global del momento, los conglomerados estadunidenses lideraban y los keiritsu japoneses emergían; la estrategia no era atípica. Con el tiempo, se hizo evidente que el compás estratégico no podía ser simplemente ser de Antioquia. Una restructuración liderada por ellos mismos los reformo en los 90s: internacionalización del grupo, venta de activos no esenciales y creación de las tres verticales actuales. No actualizar su estructura corporativa desde aquel momento llevó a que un tercero los forzara.
El fin de los conglomerados como General Electric, Johnson & Johnson o Toshiba nace de lo complejo que es ser experto en múltiples temas. Cuando están listados en bolsa, se añade la complejidad que tranzan a un descuento de la sumatoria de sus partes, por ejemplo, un fondo de energía que le guste Celsia, no quiere invertir en alimentos, bancos y cemento. Esto, en conjunto con el fenómeno colombiano de descuento por baja liquidez, hizo que el GEA fuera aún más vulnerable ante las pretensiones de Gilinski. Si el propósito del GEA es mantener su antioqueñidad, las OPAs ya asumieron el costo de absorber el grueso de las acciones de terceros en bolsa. Simplemente, pueden de-listar de la BVC para volverse privados, manteniendo el trenzado de prominentes familias para protegerse de la venta de un tercero. Igualmente, se podría desenlazar Argos de Sura listando un nuevo bloque de acciones en una bolsa pública. Aun manteniendo dueños similares, las empresas se podrían especializar en maximizar valor para sus accionistas. De esta manera, también se resolvería el problema del descuento por conglomerados.
Lo más interesante sería una fusión de Argos con Sura, integrándose a través de un fondo privado a la Blackstone o Blackrock. Un reto para la inversión hacia Colombia es la falta de proyectos de gran escala con suficiente calidad de estructuración, para someterse a un comité de inversiones en Londres o Nueva York. El GEA, como nadie, cuenta con los equipos gerenciales, capital, conocimiento y disciplina para armar proyectos de la correcta escala. Permitir capital de terceros ingresar podría no solo potenciar el capital existente, sino traer conocimiento sectorial. Aunque este esquema requiera la desinversión de algunas divisiones, permitiría manejar diferentes divisiones sin caer en la trampa de conglomerado. Sería lo mejor no solo para Antioquia, sino también para Colombia y para los actuales accionistas.