El Gobierno ha sido definido por la incertidumbre regulatoria, la inversión más baja en una generación, la fuga de capitales y un pésimo recaudo tributario.
Aunque los rumores sobre el eminente comunismo del Gobierno de Gustavo Petro no se materializaron, el temor sobre su populismo sigue vigente.
Los temores de campaña contrastaron con la prudencia de los Minhacienda hasta hoy, se asumía que la robustez de las instituciones colombianas frenaría cualquier arranque populista.
Ahora todo cambia con la llegada de German Ávila, exmilitante del M-19, con el que la preocupación de los mercados llega a su máxima expresión.
Su falta de credenciales en el ámbito económico, sumada a la debilidad política del Gobierno, abre la puerta al populismo fiscal, un león herido muerde.
La magnitud del deterioro en finanzas públicas no se justifica en el actual contexto de crecimiento modesto.
Sirve mucho el café a cuatro dólares la libra y el oro pasando los US$3.000 la onza para disfrazar el riesgo fiscal que vivimos.
Fue tal el desastre de la DIAN en recaudo que, a pesar de un recorte de $28 billones, el Gobierno tuvo que recurrir a la cláusula excepcional de la regla fiscal para justificar un déficit adicional de $18 billones.
En otras palabras, incluso con un ajuste de $46 billones, los problemas financieros persisten en el 2025.
Es muy probable que antes de julio perdamos acceso al programa de crédito flexible del Fondo Monetario Internacional.
Igualmente, probable es que Moody’s le quite la última calificación de grado de inversión que le queda a Colombia, como ya lo hizo en mayo con la deuda de Ecopetrol.
La brecha entre ingresos y gastos prevista en el presupuesto es de $32 billones, pero se debe, por lo menos, a $25 billones de deudas del año pasado que no se pagaron.
Esta pérdida de confianza encarecería aún más el servicio de la deuda, que ya se proyectaba en alza de $94.5 billones a $112.6 billones.
Frente a la negativa del Congreso ante un incremento de impuestos, debió haber ocurrido un ajuste, pero este no se dio.
Sin caja suficiente para compromisos, silenciosamente se vienen aplazando pagos de gasto no financiero. Ahora comienza un proceso de reprogramar pagos a obras de infraestructura, otro ejercicio costoso.
La salida de Diego Guevara del Minhacienda es grave, porque implica la negación a la magnitud del problema, la responsabilidad fiscal fue castigada por ser neoliberal.
Las fórmulas que suenan atractivas en la izquierda, como renegociar la deuda o pagar por conservación ambiental, no son soluciones reales. Claro, aparte de la regla fiscal existe un segundo freno que es el mercado de capitales.
Si los inversionistas dejan de prestarle a Colombia, el presupuesto se volverá simbólico, pues no habrá caja para ejecutarlo.
Nadie lo dice abiertamente, pero romper la regla fiscal este año podría llevarnos a un dólar por encima de los $5 mil.
James Carville decía que, si pudiera reencarnar en cualquier persona, elegiría ser el mercado de capitales para así intimidar a cualquiera.
El Gobierno Petro todavía no ha enfrentado un mercado hostil. Las presiones por ganar las elecciones sin duda son malas consejeras.
Por ahora, es mejor que el ministro Ávila vaya desempolvando el inglés, porque le va a tocar pasar mucho tiempo entre Washington y Nueva York.