El saldo de muertos de la Primera Guerra de Indochina (1946-1954), sumado a la Guerra del Vietnam (1955-1975) se acerca a los cuatro millones. De estos, cerca de 3.6 millones son vietnamitas, o sea, un numero cercano de soldados franceses y alemanes caídos durante la primera guerra mundial. ¿Por qué conocemos tan poco de uno de los principales y más traumáticos conflictos del siglo XX?
Con esta pregunta, se nos invita a leer Una salida honrosa, de Éric Vuillard. En la solapa del libro se presenta así: Se trata de una guerra lejana y oculta al gran público, la guerra de Francia contra Vietnam, aún relegada en la memoria colectiva de Occidente.
Esta breve obra trata sobre un período perverso y oscuro de la historia de Francia, que terminaría con una derrota militar estrepitosa a manos de un país pobre pero orgulloso.
Pero ¿qué nos dice esta guerra dolorosa sobre nuestro tiempo?, ¿cómo relacionarla con la guerra de la OTAN (a través de Ucrania) contra Rusia? Tal vez la clave está en el título de la obra: Una salida honrosa, “honrosa” solo desde la perspectiva de una potencia colonial como aún lo era Francia en los años 60 del siglo XX.
Por su arrogancia, Francia tardó 30 años en la búsqueda de esa salida. Nos recuerda Vuillard:
Eso significa que toda una generación envejeció en la guerra, y otra pasó su madurez en la guerra, toda su madurez, y otra nació en la guerra, vivió en la guerra toda su infancia y su juventud. Eso significa mucha gente. Y en Vietnam cayeron, en 30 años, cuatro millones de toneladas de bombas, más que las que lanzaron en la Segunda Guerra Mundial todas las potencias aliadas juntas en todos los frentes. Y eso que Vietnam es pequeño, son muchas bombas para un país tan pequeño. En 1945, Ho Chi Minh no había hecho más que proclamar su independencia, basándose además en nuestra declaración de los derechos del hombre, y, después todo, no había declarado la guerra a nadie.
En 1972, durante una conversación entre Richard Nixon y Henry Kissinger, se planteó la posibilidad de usar armas nucleares para lograr una “salida honrosa” del pantano de la guerra.
Los ecos de la crueldad de la guerre d’Indochine resuenan hoy con angustia, cuando nos preguntamos cuál es la “salida honrosa” que elegirán Francia, Inglaterra y Alemania para reconocer, eventualmente, su derrota ante Rusia en Ucrania. Vale recordar otra reflexión de Vuillard sobre el odio:
30 años de guerra han agudizado los odios. Incluso estos odios han tenido todo el tiempo y todas las ocasiones para convertirse en una especie de ciencia. El país ha sido dividido, injuriado, y hoy cerca Saigón un ejército que acaba de vivir 30 años de guerra.
El odio y la arrogancia impulsaron a Emmanuel Macron a ofrecer su “paraguas nuclear” contra Rusia. Ucrania, con el respaldo de la sofisticada tecnología militar occidental, llegó incluso a bombardear aviones estratégicos nucleares en territorio de Rusia.
Ojalá que los diplomáticos no opten, como Kissinger, por recomendar el uso de armas nucleares. Pero en estos años de guerra en Ucrania, han crecido los odios.