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La lucha contra el consumo de drogas no puede quedarse en estadísticas, en las que Caldas y Manizales aparecen como los lugares del país con los niveles más altos entre los jóvenes. Tampoco puede tener solo un enfoque policial y prohibitivo, porque lo único que se logra es hacer más atractivo el negocio para los traficantes. La tragedia que en la cotidianidad sufren las familias de los consumidores de drogas es la que no se atiende eficientemente y se convierte en caldo de cultivo para seguir sembrando una cultura del consumo, que es círculo vicioso en permanente aumento.
La Policía Nacional Antinarcóticos reveló esta semana en Manizales, un estudio, que aunque ya con casi 4 años de haberse efectuado, deja muchas preocupaciones frente al consumo de alcohol y drogas ilícitas en Caldas. Desde hace décadas distintos estudios nos han mostrado a los caldenses como amantes de las bebidas alcohólicas, así como a toda la región paisa. Hay, al parecer, una cultura equivocada, ligada al machismo, en la que para ser un verdadero hombre hay que tomar trago desde los primeros años de edad.
Lo peor es que el licor, que es socialmente aceptado y hasta fomentado en los hogares, se convierte en la puerta de entrada para otras sustancias en las que Caldas y Manizales también ocupan preocupantes lugares de liderazgo en consumo. Son los casos de la cocaína, la marihuana y el bazuco. El uso de pegantes, solventes o pinturas, así como de tranquilizantes sin prescripción médica y LSD también está en primer lugar. Somos segundos en uso de estimulantes sin prescripción médica, éxtasis, dick y popper, y terceros en ácidos, hongos y cacao sabanero. 
Según la Policía Antinarcóticos, uno de cada seis estudiantes de colegios en Caldas manifestó haber consumido alguna vez sustancias psicoactivas, razón por la cual vienen fortaleciendo las campañas de prevención directamente en los centros educativos, implementando diversas estrategias como clases-cátedra, conferencias y capacitación a maestros y padres de familia. Sin duda este es el camino que debe mantenerse para evitar que niños y jóvenes caigan en las garras de la drogadicción. Para eso se requiere de más frecuencia en los estudios, pues es la manera de evaluar la efectividad de las estrategias que le hagan frente a esta realidad.
Son muchos los niños y jóvenes que consumen drogas en busca de un supuesto placer, por curiosidad, por experimentar o por presión de amigos y conocidos. La intervención temprana de las familias para evitar los riesgos es fundamental; desde los colegios también puede hacerse mucho para romper con esa cultura del consumo que no se ha podido cambiar pese a conocer el problema desde hace mucho tiempo. Lo más importante es que la formación de los hijos esté en el ámbito de los valores del amor, la confianza y el respeto, y permitirles formar el carácter que les ayude al autocontrol, pero más que nada hay que formar con el ejemplo y dialogar.

No es suficiente con advertir acerca de estar atentos a las variaciones de humor de los muchachos, a los nuevos comportamientos y amigos, el uso de mentiras, evasivas, ausencias de clases y alteraciones físicas. Todo eso es útil para poder intervenir a tiempo, y ayuda bastante en la prevención. Sin embargo, el gran dolor de cabeza para las familias es cuando ya hay un drogadicto en casa y no tienen el apoyo suficiente para buscar salidas. El Estado debe avanzar de manera cada vez más decidida a enfrentar el consumo como un asunto de salud pública.