Fecha Publicación - Hora

Hay zambra en la Unión Europea. Amenaza a los laboratorios con asiento en su territorial con bloquear las ventas a otros países, ante la posibilidad que existe de que empiecen a recibir menos de las dosis comprometidas. Las alarmas se prendieron después de que los laboratorios Pfizer y Astrazeneca anunciaron que el plan de entrega se vería afectado. La Comisión Europea instó a las empresas a honrar los compromisos.
Esta situación acaba de abrir un hondo debate en el mundo, pues se empieza a hablar de un escenario en el que se reclama el derecho a ser primeros por tener más recursos. Desde el Reino Unido, ya por fuera de esa organización por cuenta del Brexit, llegó la primera queja. Y le asiste razón, desde Alemania se propuso que las empresas fabricantes deben contar con una licencia para sacar vacunas de la UE.
En un reciente libro que recoge el pensamiento del papa Francisco en torno a la pandemia, Soñemos juntos – El camino a un futuro mejor, el pontífice llama la atención del riesgo de que los ricos, las grandes potencias mundiales pierdan la oportunidad de ser solidarios. La acumulación, rasgo característico de la economía de estos tiempos, parece quererse trasladar a la salud. No sería un gesto de civilización. En un mundo interconectado, decisiones como esta terminan por desnudar una situación lamentable, de pobreza espiritual, si se sigue caminando por la vía de sálvese quien pueda.
Si ese escenario se da, de poco servirán mecanismos como Covax, que se promovió la semana pasada en Colombia y que busca desde Naciones Unidas que un fondo multilateral ayude a las naciones pobres para que puedan tener a mano las vacunas suficientes. En este grupo está nuestro país, que si bien insiste en que ya tiene contratos para recibir las primeras dosis el próximo mes e iniciar la vacunación por tarde en marzo, la realidad es que la inversión es de tal magnitud que no se puede despreciar la ayuda que pueda llegar para contribuir a que toda la población pueda ser vacunada contra la covid-19.

En la lógica del mercado parece muy obvio que el que tiene el dinero pone las condiciones, pero detrás hay una decisión ética: porque negar a otros países el acceso a una vacuna que salva vidas es menospreciar el valor de la empatía. Hace falta que los países más poderosos se pongan la mano en el corazón y entiendan que aquí no se puede actuar con egoísmo, sino que se tiene que pensar con humanidad, en el sentido más amplio de este término. Ser capaces de ponerse en los zapatos del otro y, al tiempo, entender que esta situación está comprometiendo la supervivencia en el planeta. La paradoja es que un logro como contar con vacunas en tiempo récord termina por mostrar un rasgo cuestionable de los seres humanos. Mientras las potencias se muestran los dientes, o los euros y dólares, el mundo supera los dos millones de muertes por la pandemia.