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Desde hace una década la emblemática estructura que albergó a los estudiantes de la Escuela Juan XXIII, y que en el 2005 fue declarada Monumento Nacional, espera la restauración. Desde el momento en que el edificio en bahareque, el más grande de Caldas construido con esa técnica, fue evacuado por los peligros que ofrecía a sus ocupantes, se han tejido toda clase de especulaciones acerca de cuál podría ser el destino de la sede restaurada. Como ese proceso se quedó estancado, las numerosas buenas intenciones siguen en el aire.
 Hay que tener presente que la orden de rescate de la estructura es posterior a la evacuación, surgida de una acción popular del 15 de marzo del 2011. Se les ordenó al Ministerio de Cultura y al Municipio de Manizales elaborar un Plan Especial de Manejo y Protección para luego intervenir el edificio. Se pretendió con ello la conservación y un adecuado funcionamiento como centro de cultura. Las alcaldías de Juan Manuel Llano, Jorge Eduardo Rojas y Octavio Cardona pasaron sin que nada se concrete. Se espera que, por fin, en la actual administración de Carlos Mario Marín ese propósito encuentre su rumbo.
 Cuando fue evacuada se dijo que la restauración necesitaría dos años, pero como suele ocurrir con estos proyectos de índole cultural en Colombia, otras prioridades fueron relevando la urgencia de acometer las obras, y así ha pasado el tiempo sin aún tener plena claridad acerca de lo que ocurrirá con esa edificación, erigida inicialmente para una guarnición militar 1912, y que más tarde se convertiría en la primera sede del Instituto Universitario y de las facultades de Bellas Artes, Agronomía y Veterinaria, Medicina, Derecho, Lenguas Modernas, Filosofía y Letras y Economía del hogar de la Universidad de Caldas.
 Más tarde esa sede se volvería la escuela más grande de la ciudad durante varias décadas, la Juan XXIII, hasta el día del cierre en el 2010. Desde 1979 también albergó a los estudiantes del colegio Alfonso López Pumarejo, que solo funcionaba en las tardes. Incluso tuvo una ocupación nocturna durante años, con el centro de educacion Ovidio Decroly, una primaria para adultos.
 Ha sido tanta la desidia y la parsimonia oficial con la restauración que muchas personas piensan que antes de que se concrete la edificación podría derrumbarse sin remedio, como ha ocurrido con otras del mismo tipo que se quedaron esperando su recuperación. El abandono ha hecho que la estructura sufra un deterioro progresivo, y la verdad es que un sismo o un incendio, tan frecuentes en la región, podría terminar cambiando el destino de esta icónica edificación, que desde hace años debería estar cumpliendo una nueva tarea a favor de la cultura.

Parece que el rumbo perdido comienza a recuperarse. La Secretaría de Obras Públicas de Manizales solicitó el pasado 18 de diciembre a la Curaduría Urbana una licencia de construcción, para luego tramitar un proyecto de acuerdo en el Concejo que asegure vigencias futuras con ese propósito. Hoy se calcula que la restauración costará unos $24 mil millones, los cuales deberán ser aportados por el Ministerio de Cultura y el Municipio de Manizales, por partes iguales. Por su ubicación y características, el edificio restaurado puede convertirse en un lugar que haga homenaje a la cultura y al conocimiento en la ciudad.