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Pasan los años y en lugar de mejorar las cosas para que se imponga la libertad de prensa en Colombia, parecen ir en retroceso. En consonancia con una tendencia mundial, que ha hecho que nuevos liderazgos se desarrollen en torno a estigmatizar con discursos amenazantes a los periodistas y medios, este derecho de la ciudadanía a estar informada se compromete. Se cumplió ayer un nuevo Día del Periodista y la Fundación para la Libertad de Prensa (Flip) presenta hoy el informe Callar y fingir: la censura de siempre, que resalta cómo se afectó el ejercicio de la profesión por cuenta de diferentes formas de censura y censores en el 2019.

El año pasado fueron asesinados el documentalista Mauricio Lezama en Arauquita (Arauca) y Libardo Montenegro, ultimado en Samaniego (Nariño). Ellos son la cara de la violencia. Solo el año pasado la Flip contabilizó 15 desplazamientos de profesionales. A esto se suma que las amenazas en el país llegaron en los últimos tres años a 583, cifra que duplica el trienio anterior. Se tiene identificado que se extienden las zonas silenciadas por el terror que infunden grupos criminales, entre estas se destacan Caloto, Corinto y Miranda en Cauca; Llorente y la zona fronteriza con Ecuador; y zonas que van desde Arauquita hasta Puerto Asís en Putumayo.

La prensa no ha sido ajena a la situación de crispación social que se presenta desde el año pasado con las masivas movilizaciones en las calles de ciudadanos que protestan en busca de diferentes reivindicaciones. El problema es que la cobertura de estos temas se ha dificultado por cuenta de una actitud hostil con el periodismo de la Policía Nacional que agredió a periodistas, en la mayoría de los casos porque grababan procedimientos de esa Institución. A estos ataques se sumaron las de manifestantes que muestran su molestia con algunos medios emprendiéndola contra los reporteros. En total en la calle se contaron 66 agresiones en solo 40 días de protestas, una cifra preocupante.

El acoso judicial es una forma de censura de quienes se sienten cuestionados por el periodismo de investigación, a esto se suma que siguen presentándose proyectos de ley para amordazar el oficio periodístico, como uno que hoy cursa para que no se pueda difundir en plataformas digitales ningún dato sobre una persona si esta no autoriza, con lo cual muchas denuncias quedarían sin poderse publicar. Como si fuera poco, la Unidad Nacional de Protección sigue sin resolver las quejas que se le han reclamado en los últimos años que muestran que la burocracia ayuda poco a la defensa de los periodistas.

Esas tendencias que se destacan del año pasado continúan en este, a la que se suman otras formas de censura, como los vetos a periodistas y medios críticos que cubren ciertos temas como el fútbol. La Constitución prohíbe la colegiatura obligatoria y la tarjeta profesional y otras maneras que puedan restringir el ejercicio del periodismo, pero algunos equipos de fútbol como el Once Caldas han encontrado en la negativa a acreditar periodistas esa misma forma de censurar. La libertad de prensa es pieza fundamental de la democracia. Una nación en la que el ejercicio periodístico está capturado, acosado o amenazado por los círculos del poder, es un país menos libre. Eso debería bastar para hacernos reflexionar.