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Manizales se llena de teatro, esa fiesta de la cultura que ha puesto en la escena mundial a esta ciudad enclavada en las montañas de los Andes. Es la tozudez de un grupo de personas que se compromete con mantener esta actividad, desde entender que es importante para la ciudadanía y, a pesar de las afugias presupuestales, este grupo de manizaleños se la juega por mantener el espectáculo. En esta edición 51 del Festival Internacional de Teatro, 9 países se pasarán por los escenarios para divertir y hacer pensar.
La ciudad invitada este año es Medellín, justo reconocimiento. De la capital antioqueña llegan cada año seguidores comprometidos, no solo actores y grupos teatrales, sino públicos, y así lo ha sido durante años. Se puede decir que es de donde más visitantes llegan a la ciudad en la temporada teatral, como ese gran personaje que fue Ramiro Tejada, cuya presencia extrañaremos en las butacas, tras su muerte en días pasados. Es merecido el reconocimiento que se hará al grupo Matacandelas, en sus 40 años de trabajo. Es tan cercano a Manizales como un local más, sus representaciones como Oh Marineiro, Los ciegos o la adaptación de Angelitos Empantanados, y otras más, permanecen en la memoria de los asistentes.
En esta oportunidad las relaciones de amor, cuándo no, serán el hilo conductor de la mayoría de obras que estarán en los escenarios manizaleños. De nuevo la presencia de calle permitirá a todo público que pueda disfrutar de las puestas en escena, como cada año. Es solo una manera de decirlo porque lo que quieren los espectadores es gozarse buenos espectáculos. A veces un gesto de un actor, una frase que revienta contra las paredes del teatro, la memoria del aplauso prolongado, bastan para grabarse en la memoria de los asistentes como una escena eterna.
Al decir de Mario Vargas Llosa, que ha asistido a dos festivales, en su obra teatral Los cuentos de la peste: "El teatro no es un hecho casual, es una deriva de esa propensión profunda que habita en todos los seres humanos de, en determinadas situaciones, querer salir de nosotros mismos, escapar de la cárcel que somos y ser otros. Los actores son esos 'otros' que todos quisiéramos ser, esos que, sin dejar de ser lo que son, son también muchos, según los papeles que encarnan en cada representación". Bienvenidos entonces los actores que nos permiten vernos en sus ojos, que actúan por nosotros profesionalmente. Nosotros en este teatro de la vida lo hacemos de manera imperceptible, sin la búsqueda de aplausos, que a ellos los llenan.

Sea pues otra oportunidad para celebrar la fiesta de las tablas, para mostrarle a Colombia y el mundo que esta es una ciudad con espacio para la comunión de los públicos y los actores, como en el viejo Ágora griego, porque la ciudad se vuelve escenario. Aquí el teatro tiene ángel y así lo repiten una y otra vez los actores que se pasan por nuestras calles y auditorios. Porque aquí las gentes del teatro pueden compartir como en pocos lugares. Esperamos que las salas se llenen, que los grupos lo entreguen todo, que los públicos los premien con los aplausos y que algún día los gobernantes se enteren de la importancia de este espectáculo para la ciudad, que necesita realizarse con un poco más de tranquilidad en su financiación para una mejor puesta en escena.