Fecha Publicación - Hora

Gran indignación ha generado el infortunado brindis de una exguerrillera de las Farc, hoy militante de partido Comunes, en un homenaje al Mono Jojoy, así como la justificación entregada por la senadora de esa colectividad Sandra Ramírez (viuda de alias Tirofijo) sobre ese hecho oprobioso. Al tratar de defender lo que no puede defenderse, Ramírez habló de las supuestas “comodidades” que tenían los secuestrados, lo que aumentó la molestia. Es inaceptable que a ese personaje sanguinario de la ya inexistente guerrilla se le ofrezca una especie de devoción sagrada desde un partido político que se supone actúa bajo las reglas de la democracia.

Puede entenderse que en su vida hizo lazos de amistad con quienes se desmovilizaron y que tuvieron afinidades ideológicas y hasta relaciones afectuosas, pero de ninguna manera los colombianos podemos admitir que se le glorifique. Menos se puede acolitar con que se trate de minimizar el horror de lo que Jojoy hizo con los secuestrados, a quienes no contento con violentar de manera tan execrable sus derechos, humilló de la peor forma, agrediendo su condición humana en todo sentido.

Razón puede tener el excomisionado de Paz y ahora precandidato presidencial Miguel Ceballos al pedirle a la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP) investigar este hecho, ya que se estaría revictimizando a todos aquellos que sufrieron sus abusos y, con ello, incumpliendo el compromiso de no repetición establecido en el Acuerdo de Paz. Los exsubversivos deben comprender que no pueden seguir con el mismo discurso que planteaban cuando estaban alzados en armas, y que en una democracia deben tenerse un mínimo respeto por una sociedad que ha sufrido demasiado con las acciones violentas que protagonizaron las Farc por décadas.

Por estos días también se cumplen 5 años del anuncio en Cartagena de la firma del acuerdo de paz, así como del polémico plebiscito, cuyo resultado reflejó la profunda polarización que ha sufrido Colombia en torno a los caminos escogidos para terminar el conflicto armado interno. Tras este tiempo uno creería que en Comunes deberían tener una mayor conciencia acerca de la sensibilidad que sus actos terroristas del pasado siguen generando en buena parte de nuestra sociedad. Sin que tengan que cambiar su mentalidad política, sí deberían, por lo menos actuar con un mínimo de respeto por tantas personas que sufrieron con su culpa cuando empuñaban el fusil.

No puede negarse que es importante el gesto de aceptación del error en las palabras de la senadora Ramírez, así como su compromiso de no insistir en semejante equívoco, pero infortunadamente el daño ya está hecho para quienes fueron víctimas de Jojoy y no han podido superar los recuerdos del horror. Esas son actitudes para nada democráticas ni respetuosas del Estado de Derecho, y los actuales dirigentes políticos de Comunes deben entenderlo y apropiarlo de manera clara. Si no es así, solo seguirán alimentando el odio que tanto mal nos ha hecho a los colombianos.