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La llegada de Joe Biden a la Presidencia de los Estados Unidos marcó desde su primer día cambios en el enfoque que sobre varias políticas internas y exteriores traía esa nación. Los cuatro años anteriores significaron un retroceso en las convicciones y tradiciones del Estado que se había erigido como el policía de la democracia. Estos cambios, que se han recibido en términos generales con beneplácito por quienes creen en el respeto de los derechos de los otros y en la solidaridad de los pueblos, traerán efectos en las relaciones internacionales de ese país con el resto del mundo.
La política internacional es cosa muy diferente a la interna y por eso durante la campaña presidencial en ese país no cayó nada bien que políticos colombianos afectos al Gobierno de Iván Duque tomaran partido frontal en favor de la reelección de Trump. Entender que esos son los avatares del partidismo será clave para lo que viene, pues una vez recuperado el poder, el Partido Demócrata ha hablado de una agenda sin revanchismos, de Gobierno para todos y también de mejorar las relaciones con los demás países.
Al Gobierno colombiano le corresponde demostrar que lo suyo es el respeto por las decisiones ajenas y que las relaciones son un asunto de Estado, como hasta hace muy poco se había manejado y que había granjeado la simpatía en el Congreso de los Estados Unidos de los dos partidos, cuando se trataba de asuntos de Colombia, ante el enemigo común que tenemos: el narcotráfico. No obstante, qué importante fuera que se desnarcotizaran las relaciones entre los dos países y que el nuestro deje de ser visto solo como el mayor productor de cocaína. La agenda bilateral requiere de mucho más que eso, en aras de entablar relaciones de largo aliento y salirnos de la larga excusa de los cultivos ilícitos para no tocar otros puntos de interés como el medio ambiente, las exportaciones, la inversión, de transferencia tecnológica y el respeto a los derechos humanos.
Voceros de la Casa Blanca para Latinoamérica han dado a conocer que la prioridad en las relaciones con nuestro país será el apoyo al Acuerdo de Paz con las Farc, asunto en el que Trump dio bandazos durante su Administración. Esto resulta muy importante para que el presidente Duque, que por momentos se ve atrapado por quienes lo llevaron al poder que buscan que se torpedee el proceso, pueda avanzar con el cumplimiento en lo que le corresponde al Estado. Lejos de ideologías, al revisar los acuerdos se encuentra que la mayoría de los compromisos solo buscan desarrollar el campo y fortalecer la democracia. Eso no debería ser tan difícil de cumplir.

Las relaciones internacionales han sido una tarea pendiente de Colombia, que ha carecido de la suficiente responsabilidad para mantener políticas de largo plazo, posiciones de Estado que le permitan construir alianzas multilaterales sólidas y contar con personal preparado para saberse mover en los difíciles vericuetos de la diplomacia. Qué bueno aprovechar este oasis que ofrece Biden para profesionalizar nuestra agenda internacional.