Hace cuatro años por esta misma época el actual presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, surgía desde abajo con fuerza en la búsqueda de la Casa Blanca y se empezaba a convertir en un fenómeno político inusitado que, por fuera de muchos pronósticos de expertos, terminó imponiéndose en el partido Republicano y luego conquistando el cargo con mayor poder político en el mundo. La realidad hoy para Trump es bastante distinta, con encuestas que no lo favorecen y en las que en lugar de subir, desciende.
Las encuestas le dan hoy una importante ventaja al demócrata Joe Biden en las elecciones de noviembre, pero no puede desestimarse que Trump es el presidente y que esa es una ayuda invaluable. Justamente ese hecho remite al episodio que estamos viviendo hoy entre los Estados Unidos y la China, en donde se escala una guerra diplomática con ingredientes muy particulares que podrían exacerbar ese sentimiento nacionalista entre los estadounidenses que manipula con tanta facilidad el huésped de la Casa Blanca.
La respuesta china de ayer, cuando exigió el cierre del consulado norteamericano en la ciudad de Chengdu, al reaccionar al cierre el miércoles de una oficina suya similar en Houston, ordenada por Trump, pone la situación en un nivel que, seguramente, hará que el enfrentamiento se agudice. Podría ocurrir que así como Rusia fue determinante en su llegada a la Presidencia, sea ahora la China la que termine salvando su aspiración a la reelección.
Estamos en una nueva edición de la Guerra Fría, aunque con protagonistas diferentes y con marcos históricos e ideológicos muy distintos. China califica su respuesta como “legítima y necesaria” ante una agresión que Estados Unidos defiende bajo el argumento de que científicos chinos pretendían robar secretos industriales. Según los norteamericanos, los asiáticos hacen espionaje frente a posibles soluciones en las que trabajan los estadounidenses para superar la pandemia de covid-19. China argumenta su respuesta en que miembros del consulado de Estados Unidos estarían llevando a cabo acciones en contra de su seguridad nacional.
Las tensiones entre los dos países comenzaron desde el momento en que Trump le declaró a China la guerra comercial hace dos años, y la situación se ha venido agravando desde que comenzó la pandemia en Wuhan, lo que ha servido para acusar a los chinos de ser los causantes de la emergencia sanitaria que padece actualmente el mundo. Los asiáticos también han manejado otras teorías conspirativas en las que, supuestamente, Occidente sería la responsable de llevar el coronavirus a su país.
Las palabras del secretario de Estado, Mike Pompeo, pronunciadas ayer en contra del Partido Comunista Chino, que domina en el país asiático, solo contribuyen a echar fuego a la hoguera, y buscan reeditar el rechazo mundial frente a las políticas comunistas. China, entre tanto, parece estar dispuesta a responder a cualquier provocación en estos momentos, lo que se convierte en un peligro real para el mundo.
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