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Tolima y Caldas saben de tragedias. Sufrieron hace 40 años la más grave que ha vivido Colombia por la erupción del volcán Nevado del Ruiz. El tiempo ha pasado, pero no se deja de sentir profundo dolor ante un hecho como este que formó una avalancha de lodo caliente, piedras y otros materiales que bajaron raudos por las montañas y los afluentes del volcán, llevándose lo que encontrara a su paso. Así quedó sepultado Armero y causó graves daños por zonas rurales de Villamaría y de Chinchiná. Se habla de unos 25 mil muertos, centenares de desaparecidos y pérdidas materiales incuantificables por los dantescos hechos.

Entristece porque lo que ocurrió la fatídica noche del 13 de noviembre de 1985 pudo ser de menor dimensión si se hubieran acatado las advertencias de los expertos, sobre las que los políticos del país y habitantes de ambos departamentos hicieron oídos sordos, convencidos de que era un volcán “dormido”. Poco o nada se sabía de la erupción de un volcán, y aunque el Ruiz empezó a dar señales desde diciembre de 1984 con actividad sísmica, emisiones de ceniza volcánica y de azufre, hubo desidia y se tuvieron las consecuencias.

La erupción del volcán Nevado del Ruiz siempre debe estar presente como ejemplo de lo que hay que hacer cuando el sistema de gestión del riesgo y prevención de desastres emita cualquier alerta. Siempre saldrá algo positivo posterior a una tragedia, en este caso surgió el monitoreo volcánico en Colombia como un imperativo en las políticas públicas nacionales. Hoy el Ruiz está entre los 25 volcanes bajo monitoreo y es quizás de los más vigilados del país, no solo porque a partir de ese entonces recuperó toda su actividad, sino que también ha posibilitado formación profesional y ciudadana. Lo ganado en conocimiento no se puede desechar, hay que aplicarlo en otros volcanes activos como el cerro Machín, que ha dado alertas de erupción por su intensa actividad y por estar catalogado de alto potencial explosivo.

Por ello es que siempre que nos referimos al volcán enfatizamos en la importancia de estar preparados para la ocurrencia de los fenómenos naturales: autoridades, instituciones y ciudadanía. Entre las actividades, tiene que estar priorizada la existencia de adecuados sistemas de alarmas y comunicación comunitarias para dar aviso. 40 años después de esta fuerte erupción, las zonas adyacentes al volcán no pueden seguir con obsoletos equipos o careciendo de ellos. Los gobiernos deben enfocarse además en dotar a los organismos de socorro y en tener un Servicio Geológico Colombiano cada vez más preparado en conocimientos y fortalecido en recursos para actuar.

Recordamos hoy a tantos fallecidos hace cuatro décadas en Armero, entre ellos ocho estudiantes de un grupo de Geología y Minas de la Universidad de Caldas, un profesor y el conductor del bus en el que viajaron. También a miles de habitantes de los sectores El Pescador, Viejo Mitre y Rioclaro en Caldas que fueron arrasados por la avalancha que pasó por el río Chinchiná. Al Ruiz no hay que verlo como un enemigo, hay que aprender de sus signos y saberlos interpretar para actuar y protegerse evitando así nuevas tragedias.